Manuel Contreras - PUNTADAS SIN HILO
Vacaciones en Cerro Muriano
Hemos blindado tanto el entorno de los chavales para evitarles contagios que no les hemos dejado desarrollar sus propias defensas
LA última moda en China es enviar a los hijos a un campamento en verano. No un campamento como los nuestros, con sus monitores enrrollados y su ambiente festivo, sino un campamento militar, donde los niños reciben una dura instrucción. Durante los dos meses que dura el campamento, sus alumnos, con edades de entre 6 y 17 años, reciben entrenamiento dirigido por militares, policías y bomberos retirados. El auge de estas estrictas escuelas paramilitares se debe a la percepción generalizada en China de que la bonanza económica ha relajado las costumbres educativas del país; temen que el desarrollismo produzca una generación blanda y poco sacrificada. Un atajo de ni-nis de ojos rasgados, en definitiva.
España ha vivido en las últimas décadas una experiencia similar de progresiva laxitud en los criterios educativos, pero aquí a nadie se le ha ocurrido enviar a sus hijos en verano a Cerro Muriano. Y eso a pesar de que el temor chino ya es una realidad en nuestro país: demasiado jóvenes insolentes, desmotivados y sin ninguna preocupación por el futuro, como si los privilegios de la vida razonablemente acomodada que disfrutan fueran una gracia divina que baja del cielo. Chavales acostumbrados a exprimir sus derechos pero a desentenderse de sus obligaciones. Una generación sobreprotegida y debilitada en su burbuja refractaria a cualquier amenaza exterior. Hemos blindado tanto el entorno de nuestros hijos para evitarles contagios que no les hemos dejado desarrollar sus propias defensas.
¿La culpa? La culpa es de todos. Del sistema escolar, empecinado desde la Logse en implantar sistemas educativos que erradiquen la competitividad y favorezcan una igualdad mal entendida en la que se frena al alumno capaz y se aprueba sin merecerlo al incapaz. De los padres, atormentados por la pesadilla de ser malos padres y convencidos de que la mejor vía para evitarlo es hacer realidad los deseos de sus hijos, por caprichosos que sean. De los medios de comunicación y las redes sociales, donde se convierten en estrellas a holgazanes cuyo único mérito consiste en bajarse la ropa interior con prontitud ante algún famoso. De la sociedad, que ha llevado la defensa de los menores a un paroxismo en el que ya se ve mal exigir capacidad de sacrificio a los niños. Y, cómo no, de los propios niños, que aprovechan este entorno para convertirse con frecuencia en déspotas ociosos.
En realidad, la solución de los chinos ya estaba inventada. Aquí, cuando un chavea salía respondón y gandul, antiguamente se decía que le hacía falta una buena mili. No creo, empero, que el mejor remedio para este deterioro educativo sea pegar barrigazos con un cetme, pero sí que la solución pasaría por recuperar en la casa y en la escuela el principio de autoridad, la principal víctima de todo este guirigay.