Alberto García Reyes - LA ALBERCA
Rita la cantaora
Los de Podemos presumen de demócratas y ni siquiera son capaces de ser tolerantes
El vicio de empaquetar las ideas y mandarlas por mensajero lo ha trivializado todo tanto que corremos el riesgo serio de caer en la indefensión del imbécil. Aceptamos, por ejemplo, que las feministas bramen contra el uso del cuerpo de la mujer como atracción sexual mientras se desnudan en todas sus reivindicaciones. Sinceramente, no se me ocurre una forma más machista de llamar la atención que enseñar los pechos. Sin embargo, las activistas de Femen que reclaman la igualdad son incapaces de encontrar otra fórmula de protesta que no se base en la exhibición de los atributos mujeriles. Esta incongruencia, que pasa desapercibida en todos los debates supuestamente sesudos de esta época de adocenamiento, revela de forma muy ilustrativa el imperio de la superficialidad al que estamos sometidos. No tenemos un problema de confrontación ideológica, sino de absoluta carencia de reflexión. Vivimos un tiempo de mucha ostentación de las ideas, pero de total escasez de pensamiento. Por eso es posible que la desnudez de la portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre, en la capilla de la Universidad para emitir gritos ofensivos contra la Iglesia sea defendido por una magistrada como Manuela Carmena como un acto de libertad de expresión sin que nadie, por esa misma regla de tres, le conteste que entonces la libertad de expresión nos permitiría a quienes pensamos distinto bajarnos los pantalones en la puerta de su Ayuntamiento y defecar a la voz de «los podemitas son un váter, muerte a los ateos».
Es triste que Íñigo Errejón haya dicho que el banquillazo a la concejal madrileña por agredir los sentimientos religiosos sea «un juicio político» y nadie se haya escandalizado. Es muy doloroso que Pablo Iglesias se haya quejado de que la primera Rita que va ante el juez en España se apellide Maestre y no Barberá y haya defendido descaradamente que «esas son las cosas que hay que cambiar en este país» y nadie se haya llevado las manos a la cabeza. En cuanto se les deja hablar, los populistas delatan su condición de totalitarios. Podemos ha dejado ya claras algunas cosas que son para echarse a temblar: que está en contra de la división de poderes, que si controla el judicial sólo serán procesados los que no sigan su doctrina y que insultar las creencias de los otros está permitido. Luego se disfrazan de demócratas y magrean la palabra libertad con una indemnidad pavorosa. Pero no han sido capaces todavía de asumir en su campo semántico la palabra tolerancia. Todo lo que no forme parte de su paquete ideológico es merecedor de la ofensa y el desprecio porque no es digno. Y cualquiera que tenga la insolencia de pensar por sí mismo será perseguido hasta lograr su exilio o su conversión. El feminismo bueno, el de pata negra, es el que ellos digan. La integridad de la mujer se defiende como ellos creen, a golpe de pezón, porque las que van a misa no son mujeres, son desechos sociales. Eso sí, en cuanto los llama un juez díscolo a declarar, se les olvida todo lo que reclaman. Y Rita, la cantaora de las bolas chinas, se queda muda. Con sus principios en cueros.