Manuel Contreras - PUNTADAS SIN HILO
El rayo que no cesa
Hay un punto vergonzante en la facilidad con la que la izquierda echa manos de sus mitos para avalar conductas reprochables
La líder de Podemos en Andalucía, Teresa Rodríguez, ha comparado a Andrés Bódalo nada menos que con Miguel Hernández. Para Rodríguez, el cabeza de lista de Podemos por Jaén, condenado por agredir a un concejal del PSOE —ya fue condenado en 2011 por agredir a un policía nacional y en 2005 por causar daños en una heladería— es equiparable al poeta que escribía versos con dulzura y delicadeza. Supongo que Rodríguez encuentra un vínculo remoto en el poema de «Andaluces de Jaén» o alude a una orden de prisión que considera injusta, pero la comparación no puede ser más obscena, porque equipara a un poeta noble condenado por sus ideales con un concejal pendenciero condenado por una agresión física.
Hay un punto vergonzante en la facilidad con la que la izquierda española echa mano de sus símbolos para avalar conductas claramente reprochables. Comparar a Bódalo con Miguel Hernández es un insulto a la literatura, pero la dirigente de Podemos no tiene reparo en invocar el tópico del izquierdista encarcelado injustamente por la derecha opresora para hacer que el viento sociológico sople en favor de su activista de Jaén. No han faltado socialistas que han amagado con justificar el fraude de los ERE alegando que se trataba de ayudar a gente necesitada del pueblo llano. La estrategia es recurrente y cansina: apelar a la superioridad moral de la izquierda para tolerar actuaciones reprobables. Si lo hace la izquierda es bueno porque es progresista, si lo hace la derecha es malo porque es facistoide. Un reduccionismo infantiloide e inmaduro que, sin embargo, sigue funcionando en el imaginario colectivo de gran parte del país.
Hace unos días, la presentadora Cristina Pedroche, votante de IU, exponía la siguiente reflexión: «Ser de izquierdas significa querer el bien para todo el mundo». Ergo ser de derechas significa lo contrario, cabría deducir. Y ser de centro, según la visión de la politóloga televisiva, probablemente significa querer sólo un poquito de bien para todo el mundo, sin pasarse. Uno de los grandes problemas culturales de este país es la explotación electoral de un maniqueismo político asentado sobre el recuerdo de la Guerra Civil, un trazo grueso según el cual los herederos de los perdedores se ubican en una categoría moral superior a los herederos de los ganadores, sin matices. Desde estos postulados, el razonamiento de Pedroche es coherente: ser de izquierdas es querer el bien, ser de derechas no. Pero, como le contestó alguien en twitter, las cosas no son así, porque desear el bien al prójimo no significa ser de izquierdas, sino ser buena persona; Stalin era muy de izquierdas y era un cabrón de cuidado.
Mientras España siga atrofiada en este simplismo sociológico estará condenada a una eterna pelea goyesca a garrotazos. Lo escribió Miguel Hernández: «Este rayo ni cesa ni se agota:/de mí mismo tomó su procedencia/y ejercita en mí mismo sus furores».