Manuel Contreras - PUNTADAS SIN HILO

Pérez Esquivel, guinda del pastel

El apóstol de la paz utiliza torticeramente su premio Nobel para apoyar una causa estrictamente partidista

MANUEL CONTRERAS

SI algo le faltaba al guiso populista que se ha puesto de moda en la gastronomía política española es la irrupción de un santurrón de rancio izquierdismo que sazone el potaje. Pérez Esquivel es la guinda del pastel. Hijo de un pescador de Pontevedra que emigró a Argentina, Adolfo Pérez Esquivel se labró un notable prestigio como activista por la paz en la época de las dictaduras militares en el cono sur. Su labor en defensa de los presos políticos y contra los abusos de estos regímenes totalitarios, basada en su sólida formación cristiana, permitió que en 1980 le fuera concedido el premio Nobel de la Paz. Pero cuando las dictaduras militares fueron cayendo una tras otra, el venerable apóstol de la no violencia pareció desorientarse. Y cuando Hugo Chávez empezó a meter presos políticos en la cárcel, el ardor humanitario de Pérez Esquivel se disipó como el humo de una cerilla. En lugar de enfrentarse con el nuevo azote de las libertades, el activista argentino entró en el consejo asesor de Telesur, la cadena televisiva panamericana creada por Chávez en 2005 para difundir su doctrina por todo el continente. Pérez Esquivel, secundado por la líder de las Madres de Plaza de Mayo en Argentina, Hebe de Bonafini, acaba de criticar duramente a Mauricio Macri después de que el presidente argentino decidiera retirar a su país de esta plataforma mediática. «Es una censura a favor de la CNN», acusó el líder pacifista en las redes sociales. Pérez Esquivel no consideró censura, sin embargo, que Telesur ocultase las muertes de la ex miss venezolana Génesis Carmona en febrero de 2014 tras recibir un balazo en la cabeza en una marcha contra el Gobierno chavista, o de Adriana Urquiola, de 28 años, asesinada en marzo de ese mismo año al disparar la policía venezolana contra una movilización en rechazo del presidente Nicolás Maduro.

Con estos antecedentes, no es de extrañar que el predicador de la paz y los derechos humanos haya celebrado con alegría la liberación «del amigo Arnaldo Otegui», a quien considera un «preso político», y que haya defendido su derecho a presentarse a lehendakari en las próximas elecciones vascas. Ni que ayer mismo se solidarizara con Andrés Bódalo, el concejal de Podemos condenado por agredir a otro edil del PSOE. Bódalo, un camorrista que golpeó también a una mujer embarazada, se ha convertido en mártir del neomarxismo y bandera de la reivindicación antisistema, y Pérez Esquivel utiliza torticeramente su premio Nobel para apoyar una causa estrictamente partidista. Bódalo no es un preso político, sino un ciudadano con la mano larga al que han juzgado unos tribunales democráticos de acuerdo a una legislación refrendada en las cámaras parlamentarias. Por mucho Nobel que luzca en la pechera, que no venga a darnos lecciones de dignidad un tipo que no ha sabido estar a la altura de su propio prestigio.

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