Manuel Contreras - PUNTADAS SIN HILO

Perder los papeles

La impresión que ofrece el PP es que, aturdido por la situación, no es consciente de que está en juego su propia credibilidad

MANUEL CONTRERAS

QUIZÁS lo peor de las últimas semanas para el PP no sea el progresivo alejamiento de la opción de gobierno que ganó en las urnas, sino la creciente percepción de que el partido no ha sabido asumir la situación y ha comenzado a perder los papeles. Da la impresión de que al pétreo Rajoy le supera una coyuntura que requiere audacia; el presidente es un maestro en estrategias dilatorias para resolver problemas a largo plazo, pero carece de ingenio cuando hay que tomar decisiones espontáneas. El desconcierto se percibe en los dos grandes problemas que acechan al partido: la gobernabilidad, donde Rajoy ha optado por hacer la estatua a la espera de que los astros se alineen a su favor, y la corrupción, donde el PP parece haber metido la cabeza bajo la tierra como un avestruz tembloroso.

Respecto al primer asunto, el único movimiento que ha realizado Rajoy es su pasapalabra ante el Rey. Si en la primera ocasión pudo parecer un movimiento audaz, su reiteración en la segunda ronda de contactos deja entrever que se debió en realidad a una falta de iniciativa. El propio entorno de Pedro Sánchez no contaba con la segunda renuncia, convencido de que el PP sacaría alguna carta de la manga para no perder el protagonismo en la carrera hacia la Moncloa. Pero la estrategia era puro rajoyismo : esperar y esperar hasta que las piezas encajasen por sí solas. Y así sigue el PP, sin mover ficha, mientras en el propio partido se multiplican las voces que piden un paso al frente en forma de candidato alternativo o al menos una oferta de pacto constitucional que suponga algún obstáculo en el camino de Sánchez hacia la Moncloa.

Si la pasividad del PP en su estrategia para mantener el Gobierno es desconcertante, su reacción ante los últimos casos de corrupción es inverosímil. Con el partido diezmado en la Comunidad Valenciana por la metástasis corrupta, se esperaba algún golpe en la mesa, algún aspaviento redentor que ayudase al partido a expiar sus pecados. Pero la estupefacta militancia solo ha visto a los dirigentes de su partido escurrir el bulto y blindar el estatus de Rita Barberá con un cargo que garantiza su aforamiento incluso en el caso de que haya nuevas elecciones. El mismo partido que exigía las dimisiones de Chaves y Griñán por su responsabilidad «in vigilando» en el caso de los ERE protege ahora a la exalcaldesa de Valencia con el argumento de que no estaba al tanto del expolio de su ayuntamiento.

La impresión que ofrece el PP es que, aturdido por la situación, no es consciente de que está en juego su propia credibilidad. Reivindica con justicia su triunfo electoral, pero en este momento en España no basta con ganar en las urnas. El país necesita ver en el PP un partido con capacidad de liderazgo político y moral. Pero la imagen que está ofreciendo Rajoy es la de un dirigente sin guión que rebusca en su mesa los papeles perdidos de un prestigio agotado.

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