Félix Machuca - PÁSALO
No es como entonces
Ni en los cuarteles africanos ni bolivarianos tiene España su destino
Cincelado sobre el material indeleble de algunos recuerdos, tengo en mi alma guardada los graves silencios de mi padre y las miradas expresivas de mi madre cuando, en el zaguán de la transición, se tentaban las ropas ante los cambios políticos y sociales anunciados. Ellos venían de otros tiempos, de aquellos en los que la familia española se dividió en dos frentes y las profundas diferencias que los desunían se abordaron desde las trincheras, se masacraron en las tapias de los cementerios, se descarnaron en las fosas comunes de las carreteras, se lloraron en tantas casas donde se rezaron o clamaron por sus caídos y, tras tanto y despeñado desastre, vinieron años de pan negro y mondas de naranjas para pelearse, a dentelladas secas y huecas, muchos de los sobrevivientes también con la jambre. De todo aquel tiempo venían sus temores y prevenciones ante lo que se anunciaba como un cambio político radical y determinante que, sin dudas para ellos, nos llevaría nuevamente a la casa del terror. A lo que pasó en el 36. A aquel desastre entre españoles que ellos vivieron, sufrieron y lloraron en primera línea de desgracias. Hay balas que carga la Historia con reiterado encono. Y como sabemos la de España, su historia, es la más desgraciada de muchas porque siempre acaba mal. En esos bajíos estaban mis padres y muchos de vuestros padres. Mientras que a los jóvenes jamás nos asustó su miedo.
Los jóvenes no sufríamos aquel shock post traumático de la guerra. No la vivimos. Nos la contaron nuestros padres en las noches de invierno alrededor de una camilla y la leímos en los versos de Machado, de Hernández o en el amplio relato histórico de Hugh Thomas. Por eso, a sus silencios graves y a sus miradas desasosegadas, respondíamos con la energía, la fe y el valor que te da sentirte protagonista de tu tiempo histórico. Y lo tranquilizaba: padre, no será como entonces. Construiremos un país entre todos, la democracia nos hará más libres y responsables, la corrupción innata al cuartel político desaparecerá para siempre, habrá trabajo bien remunerado y empezaremos a parecernos a los países libres de Europa. A esos que nos sirven de espejo para mirarnos en ellos y derretirnos de envidia sana. No será como entonces, padre. Olvidad el miedo de aquellos años donde las sienes de los ajusticiados se convertían en amapolas destripadas o se prendían en el pecho de los apuntados en las listas para los paseos. Ya nada será igual. Vamos a construir algo nuevo. Para que nunca volvamos a desenterrar el odio, las cuentas pendientes, la irresponsabilidad de los políticos y el ojo por el ojo y el diente por el diente.
¿Es trasladable esta radiografía emocional y generacional del umbral de aquella transición a lo que hoy se anuncia desde las posiciones más radicales del espectro político? ¿Las prevenciones y los desasosiegos que nos despiertan los mensajes más populistas nos provocan la misma inseguridad política y vital que la que vivieron nuestros padres ante la instauración democrática? Una cosa es segura: ya no somos jóvenes y nuestro tiempo histórico pasó, hicimos nuestro trabajo y convertimos a este país en un ejemplo para muchos. Aunque hoy esté bastante sucio y necesite una urgente pasada por el tren de lavado con agua a presión, detergente de primera y encerado. Y eso lo está haciendo el sistema, autodepurándose desde los más altos balcones del edificio. La propuesta, en cambio, del populismo es acabar con el sistema, derribarlo por fatiga de materiales, para construir sobre su solar algo que provoca el desasosiego. Ese que ya se vive en aquellos lugares de España donde ha logrado tocar el pelo del poder. Si durante la transición las referencias políticas para encontrarse la izquierda fueron la socialdemocracia sueca y el eurocomunismo de Berlinguer, hoy esos puntos de encuentro son la tiranía sufragista venezolana y la resurrección de los resentimientos guerracivilistas. Es posible que mi hija vea hoy en mi semblante la misma gravedad que yo vi en el de mis padres entonces. Pero ya sabe muy bien que ni en los cuarteles africanos ni en los bolivarianos encontrará España su mejor destino.