Félix Machuca - PÁSALO
Las mareas contaminadas
Es cierto lo que decía tito Sabino: somos maketos y pagafantas
España se nos antoja un océano tenebroso que, bajo el influjo potente de los cambios de humor de la luna, desencadena mareas de fondo que arrojan sobre las playas los desperdicios más contaminados de un mar infecto. Pasear por esas orillas donde rompen las olas en un croché de espumas hediondas y oscuras no deja de ser una visión apocalíptica, propia del cine que reflexiona sobre la fase terminal de una civilización, donde nunca se ausentan la medio enterrada estatua de la Libertad y los remates ajados y herrumbrosos de algún conocido rascacielos neoyorquino. Esas imágenes son recurrentes en el cine del género. En España, las mareas que anticipan el final de un ciclo sociopolítico están inundando nuestras playas de tanta basura contaminada que asusta pasear por ellas descalzos, no sea que un mal paso te hundiera para siempre en un bajío de cieno y palabras imperfectas que engendrarán en tu piel un mal incurable. En los oídos ni os cuento. Y en el corazón la arritmia se desboca en un amago de hartura capaz de rompértelo en tantos pedazos como mamarrachos piratean nuestra vida corriente y moliente.
Desde el norte, una galerna televisiva, presuntamente encapotada bajo el paraguas del humor, ha llenado las orillas de nuestras playas de besugos podridos y sardinas pestosas, registrando el elenco participativo tal altura cinematográfica que, estimo, la academia que entrega en Hollywood los Oscars debería corregir algunos de sus galardones. Para entregárselos a situaciones y diálogos tan luminosos como en ese programa de humor se vertieron. Dejadme que me olvide de los nombres de los lisiados ideológicos que perpetraron citas para la historia de la basura, pero es que para Diógenes me quedo con el del mito de la caverna y el candil, y no con estos basureros que son capaces de vender a su madre por ganar un minuto de fama. En su cobardía extrema de voces subvencionadas delatan la miserable textura del material de sus sueños políticos, que no es otro que ir a favor de corriente para hacer más fácil, llevadero y pagadero su indeterminada minusvalía intelectual y laboral. Se han reído de los símbolos de muchos en favor de los de unos pocos. La igualdad me empuja a decirles que con su bandera no me puedo limpiar el culo para no insultar a la mierda. Y que orinar sobre el árbol fosilizado de su símbolo druídico es todo un peligro para la higiene íntima. Es cierto que somos tontos y catetos la mayoría de los españoles. Muy cierto. Tanto que engalanamos con privilegios económicos sus días de gloria local para luego pordiosearnos sus reproches soberanistas rebajándonos, como decía el tito Sabino, a maketos y pagafantas. La culpa es nuestra. Y el racista él y los suyos.
En esa playa contaminada que es España, la orilla se ha puesto tan intransitable que la única estrella de mar que luce no es la de Alfonsina y su triste canción de hoguera nocturna pandillera. Es la del sindicalista ese que está en la cárcel por pegarle a una embarazada, a un policía y a un concejal socialista. Esa estrella es la que se llevó hasta Bolivia el Che en su boina para que se apagara por una histórica traición del comunismo boliviano. José Bódalo fue un magnífico actor de teatro que llenó mis horas más vacías de una infancia feliz. Este Bódalo es también un actor de su propia tragedia y de la de un sindicalismo que salió a la calle para intimidar y atizar. Matonismo se llama la figura. La libertad está encerrada en la cárcel de los que vinieron a proclamarla. Y es tanta la mierda que rodea a sus apóstoles que hasta los perros flautas que los acompañaban en el camino están pidiendo jabón y champú para limpiarse de tanta contaminación ideológica. Ahora quieren encerrar a la de prensa, a la libertad de prensa, porque la que realmente les estimula es la de la Juventud Rebelde y el Granma. Entre estos y determinadas empresas periodísticas, el futuro de la prensa no pasa por los kioskos. Pasa, como España, por una marea turbulenta que ensucia nuestras playas de mamarrachos tan peligrosos como Hitler.