J. Félix Machuca - PÁSALO

El duque blanco

Bowie creó mil personajes para esconderse de nosotros o de él mismo

J. FÉLIX MACHUCA

ES posible que David Bowie tuviera más personajes que Carlos, el famoso terrorista, pero a diferencia de aquel brutal y salvaje asesino, el Duque Blanco los usaba para hacernos felices, para dar lo mejor que sonaba en su tortuoso mundo interior. Tenía un corazón lleno de guitarras y una cabeza donde volaban pajaritos con formas de saxo. En sus oídos las palabras se convertían en rítmica percusión y veía en el paisaje que se asomaba a su ventana una partitura de claves musicales. Fue el hombre de los tres mil personajes. De las tres mil caras. De los tres mil disfraces. Quizás para esconderse del mundo. O tal vez para ser él mismo: ese ser tímido, reservado o huidizo que lo pasaba fatal cada vez que tenía que subir a un escenario o plantarse en un plató ante las cámaras. Pasaba un miedo insoportable, polar, capaz de congelar sus recursos para sobreponerse a los miedos e inseguridades. En la famosa escena final de «Blade Runner», tan socorrida para el periodismo, el replicante Roy Batty intenta agarrar al blade Ford en lo alto de un edificio que está azotado por una tormentosa noche, tan expresionista y salvaje como un cuadro de Munch. El policía huye del replicante pero se ve sin salida y tiene que saltar la distancia que hay entre dos azoteas, intentando, sin conseguirlo, hacer un Sotomayor en sus mejores tiempos. El salto es corto. Y logra salvarse de una caída mortal agarrándose a una viga saliente, húmeda, resbaladiza, que solo transmite inseguridad y presagia un final abominable para el policía.

El replicante salta con agilidad olímpica la distancia entre los dos edificios. Y de forma limpia se planta ante el policía que lo persigue. Lo mira desde la superioridad física y, tal vez moral, del que puede hacer algo por quien trata de acabar contigo. Roy Batty le dice al policía cuando lo ve tan vulnerable y vencido: «Es toda una experiencia vivir con miedo, ¿verdad? Eso es lo que significa ser esclavo». Luego lo agarra de una mano, lo salva y se echa a morir. David Bowie me recordaba a menudo esa escena de «Blade Runner». La de vivir con miedo. La de saber qué significa ser esclavo. En su magnífico tema «Space Oddity», donde narra la aventura espacial del mayor Tom, él es el astronauta que se pierde entre las estrellas, por encima de la luna, para encontrar en esa tenebrosa e inmensa soledad la paz y la serenidad que nunca tuvo en la tierra. Bowie fue, en cambio, una estrella en los escenarios, en los platós y en las casas discográficas. Lució varias coronas: fue rey del Glam, de la new wave, de los nuevos románticos y brilló intensamente en los años del alter punk. Fue Ziggy, Aladdin Sane y el Duque Blanco. Y en ese aspecto nos confundió tanto o más que el misterio de la Santísima Trinidad: porque no solo fueron tres personas distintas en un solo ser verdadero. Fueron todos y demasiados seres a la vez para llegar a la conclusión de que nunca supe cuál era el verdadero. Riéndose de esa multiplicación teatral de personajes, Bowie era Broadway, y dijo que originariamente él fue una mujer coreana con sobrepeso.

A medida que envejecía, Bowie —tras haberle escrito una canción a Andy Warhol, pasar en Berlín una dura desintoxicación con su amigo Iggy Pop (entre ambos pudieron meterse en el cuerpo todo el balance anual de una cosecha blanca de El Chapo Guzmán) y de haber podido echarse un pulso estético de estrafalaria textilidad con Pepe Marchena y ganarle— solía decir que las preguntas que se hacía se reducían a dos: ¿Por cuánto tiempo? y ¿qué hago con el tiempo que me queda? El rey del rock glamuroso se nos volvía barroco. Tanto que bien pudo echarse a morir en la Santa Caridad filosofando sobre las postrimerías ante un cuadro de Valdés Leal. Se lo llevó un enero cargado de cangrejos. Y casi nos los anticipó con educada elegancia en su último vídeo, encerrándose en un armario a modo de panteón. Hoy ya sabe lo que es la música celestial.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación