Álvaro Ybarra
Desprestigio e incertidumbre
Pocos confían en que Sánchez, tan frívolo como desprovisto de ideas fuera del mero tacticismo cortoplacista, vaya a dejar de decir no a todas horas
Cuando termine el embrollo de la investidura, sobre todo si resulta fallida y tenemos que acudir a las urnas por tercera vez y en Navidad, el desprestigio de la clase política española habrá alcanzado su cota más alta desde la restauración democrática. Este desapego creciente de los ciudadanos con sus representantes y, por ende, con las instituciones no es ninguna broma pues afecta directamente a la calidad de nuestra democracia. Los meses de bloqueo político pasarán factura a quienes son incapaces por ahora de algo tan sencillo como sentarse en una mesa a dialogar y cerrar acuerdos en aras de la gobernabilidad de España.
Nuestros líderes actúan como si el tiempo perdido se pudiera recuperar. Pero los días pasan y la incertidumbre deteriora cada día más la economía y la convivencia. La incapacidad de algunos para asumir los resultados de las urnas, para supeditar sus intereses y ambiciones personales al bien común, no parece tocar fondo. Pocos confían en que Pedro Sánchez, tan frívolo como desprovisto de ideas fuera del mero tacticismo cortoplacista, vaya a dejar de decir no a todas horas. A Sánchez, como escribía ayer en estas mismas páginas Ignacio Camacho, ya sólo le queda la confrontación primaria contra el PP como tabla de supervivencia.
Con todo, lo más preocupante es el silencio que guardan la mayoría de barones socialistas, con Susana Díaz a la cabeza. Nadie quiere arriesgarse a convertirse en el político socialista que restauró los puentes rotos con el PP pues ello le llevaría a reforzar el frentismo que representa Sánchez en un PSOE desnortado. Si la solución no viene desde dentro del socialismo sólo queda esperar a las elecciones vascas y gallegas, que podrían convertirse en la pértiga que impulsara a Rajoy en una segunda sesión de investidura.
@aybarrapacheco