Javier Rubio - CARDO MÁXIMO
La cosa empezó en Sevilla
El modo en que se ha fraguado el acuerdo en Madrid ha seguido en lo esencial el esquema ensayado aquí
LA cosa no empezó en Galilea, sino en Sevilla, que coge más a mano. Antes que Sánchez y Rivera se estrecharan la mano, pusieran carita de hito histórico y firmaran el pacto de lo que sea, lo habían hecho aquí Espadas y Millán: PSOE y Ciudadanos, por si algún lector se ha perdido. Seis días antes de que los líderes nacionales de ambas formaciones rubricaran el acuerdo de investidura —o lo que sea— en la sala Constitucional del Congreso de los Diputados, lo habían hecho en el Ayuntamiento de Sevilla el alcalde Juan Espadas y el portavoz Javier Millán para salvar el trámite de los presupuestos municipales del año en curso. ¿Fue un ensayo?, ¿fue una avanzadilla de pioneros?, ¿fue un estudiado número de prestidigitación? Todo eso a la vez y también un experimento para arrinconar al PP y a Podemos en los dos extremos del arco parlamentario mientras socialistas y ciudadanos se reparten el espacio del centro donde se ganan las elecciones porque es el caladero de votos más numeroso de todo el espectro ideológico. El modo en que se ha fraguado el pacto en Madrid ha seguido en lo esencial el esquema que se ensayó en Sevilla: inicio de conversaciones, enumeración de puntos irrenunciables y compromiso socialista de atender las peticiones: una bajadita de impuestos por aquí, un renglón presupuestario por allí y en ese plan.
A partir de ahí, se acaban las similitudes. Entre otras cosas, porque el alcalde Espadas se ha apresurado a ahormar un acuerdo que le permita superar el listón de los dieciséis concejales que necesita en el pleno municipal para sacar adelante sus primeras cuentas públicas. Y Pedro Sánchez no tiene ni idea de por dónde seguir ahora que tiene de su lado a Albert Rivera, porque ha espantado a todo lo que había a su izquierda y de ninguna manera va a aproximar a lo que tiene a su derecha. Aquí en Sevilla, donde empezó la cosa, los socialistas van a ser capaces de sumar a su proyecto los apoyos que le faltaban, que para eso tienen ya en el bote a Izquierda Unida y todavía sueñan con llevarse del brazo a Podemos para dejar en la mayor de las orfandades al PP de Zoido. No parece que tal vaya a pasar en Madrid, donde los socialistas pueden descubrir con estupor que a su líder no le ha dado tiempo a escribir más páginas del guión y todas las que siguen a partir de ahora están en blanco.
Tan en blanco como el cerebro de los asesores del Partido Popular, que llevan una semana perdida en Sevilla para haberle atizado al partido naranja con el eslogan —hoy por hoy incontrovertible— de que votar a Ciudadanos es, en realidad, apuntalar al Partido Socialista. A no ser, claro que el PP sevillano —y no sólo el PSOE o Ciudadanos— también esté mirando de reojo lo que acontece en Madrid y no se atreva a cortar amarras con Rivera. La cosa empezó aquí pero ni puñetera idea de dónde va a acabar.