J. Félix Machuca - PÁSALO

El castigo de la Junta

Son absolutamente vergonzosos esos presupuestos para la capital de Andalucía

J. FÉLIX MACHUCA

EL nuevo académico de Buenas Letras, el catedrático de Historia Antigua Antonio Caballos, nos avivó la memoria al recordarnos en su discurso de ingreso la severa reacción de Julio César contra Hispalis, que como saben estuvo al lado de Pompeyo durante la guerra civil. Fueron medidas duras, agrias y nada piadosas, que abarcaron desde la pérdida de la libertad de muchos, la confiscación de bienes y tierras de otros y la ejecución en masa, cuando no todo a la vez. Les recomiendo que lean ese discurso de ingreso porque es, quizás, la primera vez en la historia desvelada que el hispalense sufre las letales consecuencias de una equivocación a la hora de elegir bando. En la vida nunca puedes dejar que el romanticismo imponga en tu capacidad selectiva de elección su purísimo criterio. Porque de los puros hay pocas páginas en la historia que puedan leerse con la sonrisa de la victoria en la boca. Al caso viene esta cita del imprescindible discurso de ingreso del nuevo académico por la condena perpetua que sufre Sevilla con los presupuestos que les asigna la Junta. Año tras año, al contemplarlos, podemos vernos, salvadas las distancias más crueles y sangrientas, en el espejo de la desesperación que se vieron los hispalenses machacados por César. No parece que en la Junta se siente al mando una trianera y sevillana. Parece que se sienta Cornelia Cinna minor con un ataque de cuernos hispalenses…

Para uno de los años más señalados de la década, donde se celebran la efemérides de Murillo y los 1.900 años de la muerte de Trajano y el ascenso al trono imperial de Roma de otro hispalense como Adriano, la Junta nos presupuesta menos dinero que para una velá, donde la actuación estelar corra a cargo de Melendi sin chupitos. Es absolutamente insostenible estos presupuestos para la capital de Andalucía, que ve cómo con tan ingrávidos fondos se alivian las necesidades en Itálica, Bellas Artes y Arqueológico. En Cultura sobrevivimos en el chapapote del desprecio de los provinciales que, gracias a sus grupos de presión cercanos a las faldas del poder, logran montantes muy amables para museos, restauraciones y aduanas que llevan tragándose millones desde que empezó a sonar su nacimiento hace ya más años de la cuenta. Cultura es a Sevilla todo lo contrario que a Jaén, Málaga o Antequera, con la que están ahora como niños estrenando zapatos en Domingo de Ramos tras la declaración (más que merecida, obviamente) por la Unesco de Patrimonio mundial. Pero es que aquí también los hay, en una secuencia dolménica tan importantes que es referente en el mundo, y no tienen ni luz eléctrica.

Si en vez de Sevilla lleváramos otro nombre de cualquier provincia andaluza, seguro estoy de que correríamos mejor situación. La envidia que levantamos sería más llevadera. Y Espadas, el alcalde del eje, no tendría motivos para quejarse amargamente en silencio. Porque en su día alzó la voz con la educación que lo caracteriza para dolerse del metro. Pero esa herida sigue sin cerrarse. Como tampoco se cierra la del Hospital Militar, ni el Palacio de la Justicia, ni los colegios pendientes de construcción y que tienen a cerca de tres mil niños estudiando en caracolas, como Alfonsina y el mar… Resulta absolutamente vergonzoso el trato humillante y discriminatorio con el que los cabezas de huevo de la Junta maltratan a esta ciudad que, lo han olvidado porque no les gusta y así lo hacen ver en sus catetísimas maniobras conspiratorias, sigue siendo la capital de Andalucía. De esa Andalucía imparable en otras provincias pero que aquí no logra dar un paso sin verse obligada a saltar para evitar una zancadilla. Parece que con una trianera en la presidencia, Sevilla no logra escapar de la maldición de César. Deberían tener cuidado con los idus de marzo…

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