Juan José Borrero - NO NI NÁ

La bandera de nuestros padres

Mediado abril, las banderas nos enfrentaban en la confusión de un país donde el consenso está en funciones, de mañana y de tarde. Pura comedia

POR JUAN JOSÉ BORRERO

LAS viejas banderas buscan vientos de añejas venganzas en los mástiles de una memoria selectiva institucionalizada. En este regodeo de los recuerdos que desunen ya no se cantan los versos del poeta, sólo se buscan sus huesos. Ahora vuelven tenebrosos los himnos enterrados en los surcos negros del círculo vicioso del odio para hacer olvidar las canciones que celebraron la conquista común de una libertad sin ira. Se buscan jóvenes para trincheras a dos bandos, tropa de urgencia con mochilas vacías de preguntas para llenarlas de ideología monocolor con la promesa de alcanzar el arco iris sin más armas que la bayoneta oxidada de la demagogia. Los niños a los que Torrebruno separaba por tigres y leones están dispuestos a devorarse a pesar de haber disfrutado en los ochenta de la etapa de mayor libertad de la historia reciente de este país que pocos llaman por su nombre. Los prejuicios y los complejos engordan la cartera de los cuentacuentos oficiales de la nostalgia. Pocos asumen la pedagogía de la perspectiva para enseñar a las nuevas generaciones que de los errores se aprende para no volver a cometerlos. Menos se esfuerzan por consensuar soluciones a los problemas de antaño que vuelven en forma de nacionalismos radicales, brecha social y precariedad institucional.

Mediado abril las banderas nos enfrentan en medio de la confusión de un país donde el consenso está en funciones, de mañana y tarde. Pura comedia. Corrupción a tres pistas, payasos, fieras y equilibristas. El circo nacional es la excusa que aprovechan los arribistas. En Cádiz, la tricolor en el Ayuntamiento, y en Jaén se reviven batallas como reclamo turístico con apoyo oficial y afán propagandístico. Mercadeo de sangre reciente.

Estoy harto de «fachas» y «rojos», del simplismo de las dos Españas, de vencedores y vencidos; de 14 de abril, de 18 de julio, de 20 de noviembre... Como tantos, soy alérgico al olor a rancio de las banderas que no son las de esa España que levantaron nuestros padres, sacrificados niños inocentes de la guerra, que tuvieron que crecer en una dictadura y protagonizaron la conquista común de una transición por la paz, el respeto, la convivencia y la reconciliación de un país de todos, que no se merece cuanto le está ocurriendo. La bandera que levantaron todos los padres a los que ahora quieren hacer olvidar que perdonaron y se confesaron ante la maldita suerte de la historia para ofrecernos un futuro mejor. Esa bandera de la concordia que arría continuamente nuestra indolencia.

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