Manuel Contreras - PUNTADAS SIN HILO

¿Antiguo PSOE o nueva IU?

La bifurcación de las primarias aboca a elegir entre sentido de Estado o populismo. Entre votar con la cabeza o con las entrañas

MANUEL 
CONTRERAS

La decisión fundamental que debe tomarla militancia socialista en las primarias no es si desea a Susana Díaz o a Pedro Sánchez como líder —con permiso de Patxi López—, sino si quiere que el PSOE siga siendo el PSOE o evolucione a una nueva IU recompuesta sobre las centenarias estructuras de partido de Ferraz. No se trata (solo) de dilucidar un liderazgo, como pudo ocurrir en las pugnas entre Almunia y Borrell o Rubalcaba y Chacón, sino de definir la esencia del socialismo. Se trata de mantener al PSOE en su ubicación ideológica tradicional, con un concepto de España sobre el que se aplica una idea progresista de gobierno, o reconstruir el partido sobre unos presupuestos políticos diferentes, en los que la unidad nacional no es un principio inquebrantable. La bifurcación de las primarias aboca a elegir entre el sentido de Estado o el populismo. Entre votar con la cabeza o con las entrañas.

Las opciones de Sánchez pasan por una campaña pasional en la que pueda mantener viva la llama de un inconformismo casi revolucionario, llamando a conquistar los cuarteles de invierno de Ferraz. Si sabe monopolizar el odio al PP y presentar a Susana Díaz como un producto del apparatchik del PSOE, un ejemplo de la casta del viejo bipartidismo, puede dar la sorpresa. El problema es que su triunfo reubica al PSOE en el espacio dejado por la difunta IU, para entusiasmo de un Pablo Iglesias que a buen seguro intentará repetir la estrategia de fusión por absorción que ya puso en práctica con los restos de la formación de Anguita. La estrategia de Sánchez pasa por devolver al PSOE al lugar donde lo dejó Zapatero —es decir, donde comenzó la debacle en las urnas— con el agravante de que ese espacio electoral está ahora copado por Podemos. Busca ahormar el Frente Popular con podemitas e independentistas que acarició durante la anterior legislatura, pero está por ver si tras el desgaste de unas primarias convulsas el PSOE estaría en condiciones de liderar ese Gobierno rupturista. Quizás Sánchez imitase entonces a Garzón, entregando su partido a cambio de un mullido sillón.

Susana Díaz, por su parte, al menos garantiza que el PSOE seguirá siendo el PSOE. No puede garantizar una gestión de gobierno brillante, porque Andalucía apenas ha mejorado en sus datos macroeconómicos bajo su gestión, pero sí que no pegará una patada a la mesa que ha sostenido a la democracia en nuestro país. Conoce el partido, tiene la confianza de los principales empresarios y ha demostrado saber ganar elecciones, algo de lo que casi nadie puede presumir en el PSOE. Su salto a la política nacional la convierte en la opción clara para aquellos socialistas que no quieren que se desnaturalice el partido que durante más tiempo ha gobernado España. Porque ese es el gran problema: que los que quieren desnaturalizar el PSOE también acabarán desnaturalizando España.

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