LA TRIBU
Y de pronto...
¿Usted no quería calor, manga corta y terraza con cerveza fría y caracoles?
¿Quién era el que quería calor? Pues ahora puede hartarse. Y esto es el aperitivo. Subí al coche que llevaba más de dos horas aparcado al sol y sufrí pena de inquisición automovilística. Me quemé el lomo al dejarme caer sobre el asiento; el pecho y el hombro, al ponerme el cinturón —inquisición en bandolera—; las corvas, al recoger las piernas; el antebrazo, al apoyarme; y las manos, al tocar el cristal y darle para despejar la ventanilla. Quemaba el aire encerrado en el coche, horno puro. Hubiera podido asar un cochinito sobre el plástico del salpicadero. Sin avisar, de pronto, el calor dijo aquí estoy, ea, y esta tarde mando yo y mañana mande quien quiera.
¿Usted no quería que dejara de llover, que dejara de hacer tiempo de invierno? Pues, nada, aquí tiene usted, a domicilio y gratis, el infierno por el que ha rezado, que ha de saber que aquí, como el sol se empeñe, tras el invierno llega el infierno. Me acordé de los rocieros, que el que no sabe lo que es echarse a esos caminos sin una mala sombra y con más de treinta grados encima, horas y horas, no sabe lo que es penitencia. ¿Creer? ¿Fe? ¿Promesa? Andar un camino rociero con este sol semental que te seca la raspa en una mañana, es suficiente sacrificio para llegar cuasi santo a la aldea del Rocío. Si los rocieros, a eso del mediodía, daban veinte mil duros por una cerveza fría, a las cuatro de la tarde darían su alma por una sombra donde corriera el fresco; y hubieran dado el alma, el cuerpo y lo que le pidieran por un chaparrón. Un chaparrón de mayo es maná líquido, cuando se echa uno a esos caminos y no sabe dónde meterse. Se aguanta porque se aguanta, porque no va a decir uno que no cuando ya se ha empezado el camino, pero mérito tiene todo el del mundo aguantar lo que aguantan muchos peregrinos, porque aunque diga la gente que las carriolas son suites, todo el tiempo no va a estar uno —el que esté— metido en la carriola con aire acondicionado. Tienen mérito estos rocieros de nuestras tierras del fuego andaluzas. Se ha venido de pronto un adelanto del peor verano y este tráiler ígneo invita a salir corriendo cuando vayan a anunciar la película. Pero había gente que pedía que acabara ya la primavera tontita, entreverada, ni carne ni pescado, y se enteró mayo y dijo tranquilos, que ya iré yo por ahí a mediados de mes. Y vino. De pronto, sin avisar. Y donde andaba clavando flechas de chaparrones, está clavando flechas incendiadas que nos ponen a todos en situación de espeto malagueño. ¿Usted no quería calor, manga corta y terraza con cerveza fría y caracoles? Pues para usted todo esto que han acarreado las manos de mayo.
antoniogbarbeito@gmail.com