Tú y tus circunstancias
La señora Montero era eficaz consejera, pero de ministra ampara la asimetría y la financiación privilegiada a vascos y catalanes
Aquí parafraseo al filósofo para adornar verdades mostrencas como que el yo es voluble, que la existencia conforma la conciencia o que todo es del color de los prejuicios con que se mira, para terminar diciendo que los nuestros siempre son inocentes y los contrarios culpables de toda culpabilidad. El banal caso del ministro astronauta me devuelve a la brecha schmittiana del amigo-enemigo como fundamento del comportamiento político y facilita la previsibilidad de las opiniones al respecto en función de las banderías. Aunque en este caso el ocasional y venial resistente al fisco goce de simpatías solidarias entre la plebe fiscalmente oprimida. Vale decir que las circunstancias son definitorias del comportamiento, lo cual dice poco de la coherencia del ser humano, pero mucho de su capacidad de adaptación en un mundo darwiniano donde no precisamente sobreviven los más justos. Circunstancias como el estatus social, la riqueza, la pertenencia a un grupo, los intereses comunes, la identidad o el fanatismo pasan sobre el yo intrínseco que así resulta totalmente social, absorbido por algún colectivo que se manifiesta en la calle, se desmelena en un concierto «heavy» o vocifera en un campo de fútbol. Si somos masa, el factor cantidad crece en importancia sobre la calidad, y el ser muchos (la curiosa razón democrática) no sólo pasa por encima de cualquier otra consideración, sino que se transforma en esencia cualitativa: lo más abundante es siempre mejor. El impertinente Borges se arriesgó a decir que la democracia era un abuso de la estadística y le llovieron palos, aunque no decía otra cosa que quienes desde los griegos han transformado la directa en representativa más o menos censitaria. En fin, lo relativo y cuantitativo (somos más, tenemos más, queremos más) gestionan el poder, y podemos romancear que «vinieron los sarracenos y nos molieron a palos, que Dios ayuda a los malos cuando son más que los buenos». Y eso (el relativismo), que según las circunstancias los moros se pueden convertir en cristianos o viceversa, según convenga.
La señora Montero era eficaz consejera, ordenada contable, defensora del equilibrio presupuestario y de la justa financiación autonómica, pero de ministra ampara la asimetría, las relaciones bilaterales y la financiación privilegiada a vascos y catalanes. A Cataluña le va a refinanciar casi 3.000 millones de euros de deuda a corto (o sea, que no la pagarán) y le «inyectará» 1.459 millones adicionales, que salen de recursos comunes. El resto de autonomías se cabrea y los catalanes no se dan por satisfechos, que es lo que tienen los apaciguamientos. Se justifican diciendo que el caso no es nuevo, que siempre ha habido que engrasar a los «bisagra». ¿Pero tú no eras tú, tan andaluza, tan ortodoxa? ¿No sois los de las reformas y las propuestas de nuevos modelos de financiación? ¿No sois los de la transparencia y la multilateralidad? Se ve que eres tú… y tus circunstancias.