Alberto García Reyes - LA ALBERCA

¿Y ahora qué?

Criado fue sentenciado por el hablar de la gente y por el salvaje negocio de las audiencias

ALBERTO GARCÍA REYES

La presunción de inocencia ha pasado, en apenas unos años, de ser un derecho elemental a una utopía. Entre todos hemos ido pervirtiendo nuestros tesoros colectivos, malbaratando el suelo que nos sostiene, hasta imponer un depredador concepto de la justicia social. Los propios medios de comunicación que linchan al capitalismo o dan lecciones de feminismo, emiten sentencias no contrastadas en sus informativos con el único criterio de generar audiencia y utilizan a una muchacha en cueros para presentar las campanadas de Nochevieja. Todo es una inmensa mentira. El populismo y la demagogia son herramientas para la instauración de un salvajismo caníbal en el que sólo hay un criterio válido: el dinero. Construimos escándalos sociales por puro interés económico. Y huimos de la verdad cuando la verdad no aumenta el «share». ¿A cuánta distancia de esta deriva está el abismo?

El auto de la Audiencia provincial de Sevilla que dicta el archivo firme de toda la ristra de denuncias de abusos sexuales contra el psiquiatra sevillano Javier Criado es un documento que debería ruborizarnos. Los medios convertimos en verdad indubitada la voz de una parte y silenciamos las razones de la otra. En un abrir y cerrar de ojos, Criado fue sentenciado públicamente e inhabilitado para defender su honor. Llegó a decirse que ni siquiera tenía la especialidad, que era un suplantador y hasta que había falsificado su currículum. Cualquier agravio servía para tallar la imagen de ogro de un hombre al que todos consideramos culpable sin escucharle una sola palabra. Criado tuvo que renunciar a su cargo como hermano mayor de su hermandad, restringir su consulta médica y vivir enclaustrado. Las televisiones emitían reportajes con caras ocultas y voces distorsionadas de las supuestas víctimas mientras exhibían sin cortapisas la cara del presunto criminal. El psiquiatra fue condenado a su muerte civil. Pero penalmente no tenía nada por lo que responder, pues todos los hechos que se le atribuyen habrían ocurrido hace más de 15 años y han prescrito. Ante esta situación, y después de todo el escándalo, caben dos preguntas: ¿Por qué las denunciantes no acudieron a los tribunales cuando se produjeron las conductas hipotéticamente punibles del doctor? ¿Y ahora qué?

La primera cuestión es una trampa de la que también abusará la insensatez. La prescripción del delito permite siempre a quien se presenta como víctima usar el resquicio de la verdad no investigada. Es decir, siempre se puede alegar que los jueces no han dicho que su denuncia sea falsa, sino que se ha agotado el plazo para averiguar lo que pasó. Y la duda siempre favorecerá al denunciante. Pero la verdad es sólo aquello que se puede demostrar. Todo lo que no se puede probar se queda en el terreno de las posibilidades, no de las certezas. Y esto nos lleva a responder la segunda cuestión. Ahora ya es tarde. Criado nunca recuperará lo perdido. Él es la pieza que se han cobrado esos moralizantes medios de comunicación que han transformado su honor en un negocio y la verdad en una quimera.

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