Javier Rubio - CARDO MÁXIMO

Volver a empezar

Han decidido contratar un gerente para el Teatro y otropara la ROSS a destiempo y a trompicones

JAVIER RUBIO

NOS hacemos la ilusión de que el tiempo es lineal, que avanza inmisericorde conforme dicta la física para que el horizonte de sucesos esté siempre por delante y nunca quede por detrás, en el territorio de la remembranza y la nostalgia. Pero esto, que es teoría científica fácilmente demostrable —Hawking siempre ha dicho que la mejor demostración de la irreversibilidad del tiempo es que no tenemos viajeros del futuro haciendo turismo entre nosotros—, se quiebra radicalmente en Sevilla, donde hay acontecimientos que nos devuelven al pasado y contradicen de hecho la dirección de la flecha del tiempo. Acaba de suceder con el Teatro de la Maestranza y la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, en la que las administraciones participantes en sus respectivos consorcio y consejo de administración van a desandar el camino andado en los últimos veinte años y van a separar la gestión de ambas instituciones culturales como sucedió al comienzo de su andadura. Ayer decidieron contratar un gerente para cada uno, a destiempo y a trompicones, como se suele hacer casi todo por aquí. Sobre todo, cuando no se tienen claras las ideas.

Y no se tienen cuando en marzo se decide convocar un concurso para elegir al nuevo gerente conjunto del buque insignia de la cultura andaluza y una de las mejores orquestas españolas y cuatro meses más tarde, pasadas las elecciones generales, se decide volver a empezar todo el proceso para separar a esos dos dioscuros, como se separa a los siameses: con cirugía de caballo. Porque eso es lo que busca en primer término el Ministerio de Cultura, con la anuencia de la Junta de Andalucía y el silencio cómplice del Ayuntamiento de Sevilla. Ante la imposibilidad de supeditar la orquesta al teatro —como dictaría la lógica y su aportación al panorama cultural de la ciudad— y de embridar al comité de empresa de la ROSS —como aconsejaría el sentido común—, se ha decidido que las dos entidades vivan desde ahora separadas. Aunque para ello haya que aplicarle respiración asistida a la Orquesta, cuyos números rojos van a hacerse todavía más encarnados en cuanto el teatro lírico deje de subvencionarla por la vía de no exigirle hasta el último céntimo de las aportaciones debidas por usar las instalaciones del Maestranza. Eso es lo que se quiere cortar de raíz ahora, aunque nos salga más caro, y que —ojo a la pirueta del destino— el responsable de la Administración causante del desfase presupuestario con sus impagos se ponga al frente de la gestión.

Hay un error conceptual de partida, motivado por la presión de los sindicalistas de siempre y el éxito reciente cosechado en la protesta, como es colocar en un mismo plano al teatro y a la orquesta. Cuando no lo están ni por el número de espectadores, ni por los ingresos por la vía de los patrocinios, ni por el impacto económico, turístico y cultural que tienen en la ciudad. Ese error nos ha llevado a volver a empezar, como si el tiempo nunca fuera hacia delante.

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