Javier Rubio - CARDO MÁXIMO

Vinculante

JAVIER RUBIO

HAY palabras que nacen y otras que mueren. Las hay incluso que resucitan como zombis sin sentido de acá para allá o encarnadas en algún cuerpo glorioso y los hablantes las visten con ropajes contemporáneos para darles nueva vida. La política siempre está acuñando expresiones con las que nos vamos apañando una temporada hasta que el propio abuso las desgasta y entonces hay que buscar otro sinónimo o un eufemismo para decir lo mismo pero sin que parezca que se está hablando de otra cosa. Quién se acuerda ahora de la «casa común de la izquierda», aquella jerigonza con que el PSOE acabó engullendo Izquierda Unida antes de que Podemos se merendara los restos. Y más allá en el tiempo, ¿dónde quedó el «contraste de pareceres» del espíritu del Doce de Febrero que la Ley de Reforma primero y la Constitución de 1978 se llevaron por delante? Ya hemos arrinconado hasta lo de las «nacionalidades» con que, ingenuamente, los padres constitucionales intentaron aplacar por un tiempo la fiera independentista que anidaba en la cueva del separatismo catalán.

La nueva estrella del léxico político nacional va a ser «vinculante». ¿No lo han oído debutar con estruendoso éxito de crítica y público en boca tanto de Pedro Sánchez como de Susana Díaz? «Vinculante» quiere decir, aplicado al referéndum secesionista catalán, que el PSOE estará de acuerdo en bendecir un nuevo simulacro como el del 9 de noviembre del año pasado, pero sin otorgarle carta de naturaleza a los resultados. O sea, un sí pero no que les valga para salvar la cara en una posible coalición de gobierno con Podemos, quien se ha apresurado a marcar sus «líneas rojas» –otro complemento nominal que ha hecho su debú por todo lo alto estos días– para ese acuerdo de izquierdas que facilite el único objetivo común que pueden exhibir ante sus respectivos electorados: desalojar a Rajoy. Si la consulta popular no es vinculante, como han empezado a proclamar los arúspices del PSOE para que nos vaya sonando, no valdrá jurídicamente para nada, pero los independentistas habrán dado un paso más en su desafío secesionista como vienen haciendo con la deslealtad que los caracteriza en los últimos cuarenta años y ya sólo les faltará un último empujoncito para que se les consienta partir la nación más antigua de Occidente.

«No vinculante». Esa va a ser la clave del arco sobre el que se va a construir el nuevo vocabulario político en España en los próximos meses, desde que Pedro Sánchez venza las resistencias internas a lo que supondrá, de hecho, el afianzamiento de su autoridad –incontrovertible como futuro presidente del Gobierno dentro y fuera del partido– hasta que Pablo Iglesias decida dar por clausurada la legislatura no sin antes haber sacado una reforma de la Ley Electoral que le impida al PP volver a formar gobierno. Ese será el momento en que la «consulta soberanista» pasará a ser «vinculante» con todos sus avíos.

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