La vieja familia
Nunca entenderás por qué algunos se empeñan en negarle la posada en un rincón de la casa, si esa familia sólo da alegrías…
Como en un pequeño pueblo del que nunca hubiésemos salido, nadie ni nada es extraño. Habrá algunas novedades, como en casi todos los paisajes; y habrá algunas bajas, es natural, el barro se rompe como la vida; y habrá incorporaciones, como en los pequeños pueblos: ... un niño que nace, una familia que llega desde otro lugar, una nueva casa, un nuevo negocio… Pero la base es la misma, la base de personajes y elementos principales. Podrá cambiar el perfil del monte, por el añadido de un árbol o de un animal; podrá cambiar la luz de una casa, el número de habitantes, pero todo es lo mismo que fue. Como en aquel pueblo donde llegaste a la vida y en el que ibas viendo -sin notarlo- los cambios propios de la vida que fluye.
Es una vieja familia, este Nacimiento que empiezas a montar cualquier día de diciembre y con el que le alegras las fechas a tu propia memoria. Todos los personajes tienen nombre, porque has ido poniéndoselos en función de su profesión o dedicación y de los personajes que conociste cuando empezaste a nombrar a la gente de tu cercanía. Por eso, el carpintero se llama Vicente, y la mujer que va vendiendo un manojo de espárragos, Flora; y el carnicero, Esteban; y la posadera, Ascensión; y la frutera, Rocío; y el leñador, Manuel; y el cabrero, Diego; y la buñolera, Adela; y el gañán, Mojeda; y el carretero, Casimiro… Y así, todos los personajes de tu Nacimiento. Son tu pequeña familia de diciembre, y todos tienen de ti ese cariño que se tiene por algunas cosas materiales que dejan de ser materiales por el cariño que les tenemos, ¿o acaso es la misma de entonces, cuando te llegó, la casita de la posada? No, como no son las mismas la chumbera o la pavera. La vieja familia levanta un tierno asentamiento en un lugar de tu casa y empieza a vivir como siempre vivió. La lavandera, la costurera, el molinero, el leñador, el gañán, el hortelano… Ni sierra como esa sierra, ni monte como ese monte, ni vega como esa vega. Un río con agua cruza sonoro el paisaje, y a su vera crecen olorosas ramas de lentisco y pitones que parecen traídos directamente de tu niñez. Y allá lejos, como siempre estuvieron, los Reyes, su perfil viajero. Y en la más humilde de las casas, el Portal, un pesebre, una mula y un buey, María, José… Y el Niño. Tu vieja familia, la misma que empezó a nacer entre tus manos y tu imaginación cuando movías piedrecitas imaginando un Nacimiento. La misma. Porque esa familia está censada en tu alma, en el calor infante de tus seis o siete años. Nunca entenderás por qué algunos se empeñan en negarle la posada en un rincón de la casa, si esa familia sólo da alegrías…
antoniogbarbeito@gmail.com
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