PÁSALO
Una vergüenza más
Pese al abandono al que se ve sometida, Sevilla no se ve maltratada
Hace unos años, de visita a Nápoles, me llevé la frustración de ir al Arqueológico de la bella capital partenopea y encontrarme, sin avisar, todas las salas relacionadas con Egipto y Roma, cerradas al público. Por tres veces más, entregado y ganado al fin por tan intensa ciudad, volví a visitarla. Y tres veces más me encontré las citadas salas cerradas, absolutamente fuera de servicio y dejando en el paladar de los que iban atraído por la fama de su colección, ese sabor decepcionante que siempre te deja en el sur de Italia el presente continuo. La Campania es la gloria clásica y barroca del pasado; su presente un asunto cerrado a las luces y a la razón por muchas y diversas explicaciones que aquí no caben darlas. Yo creo que ni la Sibila de Cuma sería capaz de interpretar en todos sus extremos ese destino actual que tiene el sur, bamboleado por la apatía extrema de sus fuerzas rectoras y por la escasa voluntad cívica de una sociedad en plena fuga de sus más indeclinables compromisos. El sur siempre es el sur. Y parece que, salvo el pasado, el presente no acaba de sentarnos bien.
El Museo Arqueológico de Sevilla bien puede estar situado en Nápoles. En esa avenida ancha y agitada, via Foria, que desemboca en la mismísima piazza Museo. Una avenida repleta de chiringuitos para todos los gustos: desde manteros hasta localitos para la bocacha de berenjenas y salami y, por supuesto, joyerías con cristales blindados. Sería un sitio perfecto para este Arqueológico nuestro que cierra por falta de personal y un día mandarán a Trajano a las taquillas de las entradas y a Diana a cazar visitantes con las manos largas. Falta de personal dicen. Por falta de vergüenza política, digo. Que tiene al museo no solo con personal escaso o mal gestionado. Vaya usted a saber. Es que el propio museo es en sí mismo una auténtica reliquia arqueológica, dependiente de una restauración y reordenación museística anunciada hasta el hartazgo y que no se consuma por falta de brío político. Contenido y continente se dan la mano en el museo arqueológico sevillano. Donde el tiempo deja su huella no solo en los mosaicos de Itálica, las sartenes de los legionarios y las aras dedicadas al dios Adriano. En su exterior, el edificio parece sobreponerse a las cenizas del olvido como si fuera el recuerdo de la casa del Efebo en Pompeya.
Una de las gestas administrativas poco cantadas por los bardos locales fue la complicada intervención en el Archivo de Indias para ayudarle a pasar de era con dignidad y eficacia. Fue una intervención tan necesaria como urgente puesto que el archivo, por esa inclinación sureña que gasta la ciudad por dejar pasar y dejar de hacer, se había quedado parado en el siglo XIX cuando ya se había cruzado el XXI. Ni se cerró al público ni tampoco se dejó de prestar el servicio irrenunciable de la casa a los investigadores. Abierto de par en par. Y la por entonces directora, Magdalena Canellas, barajando con los facultativos de la casa y con el administrador Andrés Gil, las mínimas posibilidades que se tenían para que un centro de investigación americanista, por su dimensión patrimonial y documental casi único en el mundo, no dejara de funcionar. Por buscarse soluciones en mitad de la tempestad de las obras hasta se ubicaron, en la plaza del Triunfo, unas caracolas a modo de servicios para descargar la próstata. Y en el patio herreriano se colocó, para traslado de legajos, una escalera de andamiaje y una polea. Se multiplicaron los esfuerzos y se dejó siempre a salvo la prioridad máxima del centro: no cerrarlo al público. Sevilla sigue viviendo del turismo. Pero gusta de dispararse en el pie que la sostiene. Cerrar el Arqueológico por falta o mala gestión del personal y que en la Junta no suenen, una vez más, las alarmas, es señal inequívoca que Sevilla como Nápoles, están esclavizadas por la apatía de sus dirigencias y en ese estado no acaban de sentirse maltratadas…