Vamos a echarnos otro

Aquel mensaje televisado del Rey nos trajo confortación y ánimo a quienes defendemos la Unidad de España

Antonio Burgos

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Uno de los andaluces con mayor gracia y rapidez de ingenio que he conocido fue mi catedrático de Gramática Parda en la Universidad de la Puerta del Arenal, donde me otorgó de la manera que ahora se estila media docenita de másteres: don Miguel Criado Barragán, conocido como El Potra en el planeta de los toros. El Potra fue organizador de los carteles de San Fermín para la Casa de Misericordia de Pamplona y veedor de toros en el campo para la empresa de Madrid y muchas figuras, como había sido mozo de estoques de don Juan Belmonte cuando reapareció como rejoneador y de don Álvaro Domecq y Díez en aquellas temporadas que el caballero y ganadero de Jerez toreó a beneficio de un benemérito centro infantil de su ciudad. De su labor en Pamplona por San Fermín, decían las lenguas de la guasa de Sevilla:

-Fíjate si El Potra será importante en Pamplona, que allí le llaman Don Miguel Criado.

Le alabé un día su gracia sevillanísima y humildemente me contestó:

-No, yo gracia no la tengo. El hombre de mayor gracia que yo he conocido en el mundo fue Bernardo Muñoz «Carnicerito de Málaga», banderillero de Manolete y, a la muerte de Manuel Rodríguez, de don Álvaro Domecq, y descubridor de Rafael de Paula, que años más tarde sería su yerno. No he visto una cosa igual de gracia que Bernardo.

Ni yo me imagino un templo rodante de gracia como el coche de cuadrillas de don Álvaro Domecq en sus temporadas de rejoneador, cuando allí iban estos dos monstruos de la gracia: Carnicerito de Málaga y El Potra. En ese coche, un día, al regreso desde una plaza donde don Álvaro había tenido una triunfal actuación, en la larga noche torera de aquellos caminos de España, el caballero jerezano propuso a su cuadrilla:

-Señores: como la tarde nos ha salido tan bien, vamos a rezar un rosario para dar las gracias a Dios.

Y sacó don Álvaro su rosario, y allá que puso a rezarlo a toda la cuadrilla, a aquellos dos portentos de gracia, que recitaban lo más serios que podían los padrenuestros y las avemarías. Respondieron luego con el «Ora pro Nobis» a la Letanía Lauretana, dijo don Alvaro las preces finales, y en el recogimiento de aquel coche de cuadrillas como con ambiente celestial, dijo el rejoneador a sus hombres:

-Ea, pues ya hemos dado las gracias a Dios. ¿Habéis visto lo devotos que habéis estado en el rezo del santo rosario?

A lo que Carnicerito, con toda la poca vergüenza del mundo, adulando a su caballero en plaza, le propuso muy serio y agradador, como quien dice que llenen las copas otra vez:

-Venga, don Álvaro... ¡Vamos a echarnos otro rosario!

Me he acordado de Bernardo y de don Álvaro cuando en torno al 3 de octubre todos los bien nacidos de España, que sienten a nuestra Patria y se han evocado de todos los peligros que alejó de ella, han recordado los seis minutos más importantes del reinado de Don Felipe VI, que Dios guarde. Aquel mensaje televisado del Rey de palabras tan cuidadas, certeras y constitucionales que, tras el ilegal y prohibido referéndum separatista catalán del 1 de Octubre, nos trajo confortación y ánimo a quienes defendemos la Unidad de España, así como decisión para por fin actuar a un Gobierno que andaba tibio en la materia y reservón a la hora de aplicar la Constitución, aculado en tablas. Usted como yo se acuerda de aquel mensaje del Rey que tanta confianza nos dio. Por lo que yo ahora, a la manera de Carnicerito a don Don Álvaro Domecq, viendo que las cosas en Cataluña cada vez van a peor, estoy por decir al Rey:

-Majestad... ¡Vamos a echarnos otro! Otro mensaje a la nación sobre Cataluña y la unidad constitucional de España.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación