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El vacío

El fin de la cosecha dejaba medio vacío el campo y el fin del verano dejaba medio vacía la cara visible del pueblo

Antonio García Barbeito

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Como si fueran hermanos de padre y madre, el campo y el pueblo se movían con los mismos andares, o parecidos, en algunas cosas. El campo se encendía con la primavera, luminoso de hojas nuevas, de flores, de canto de pájaros, de luz recién tejida, ... y el pueblo se encendía con preparativos de fiesta íntima, que si altares, que si patios, que si procesiones, que si la imagen del campo en las varetas de olivo y en las hojas de palmera, y en la ropa de estreno. Y cuando el campo había madurado las espigas del trigal y le había dado forma a la uva agraz de los racimos, el pueblo limpiaba la plata de la custodia para el Corpus, y colgaba colchas en los balcones, y repartía romero y juncia por las calles para que caminara el Dios descalzo del día tan señalado. Campo y pueblo, hermanados. Como siempre fue.

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