Antonio García Barbeito - LA TRIBU
Tuteo celular
HACÍA unos días que había estado con un amigo en un bar para tomar una cerveza. La chica que nos atendió, joven de poco más de veinte años, se limitó a decir un frío «qué pongo» y ni siquiera ofreció algo de picar. Al poco, cuando estaba algo retirada, le dije un amable «Oiga, por favor…» que me contestó, casi de perfil y desganada con un: «Dime…» ¿Dime? «Le he hablado de usted, no sé por qué me tutea…» Y volvió a lo suyo: «Perdona…» ¿Perdona? «Querrá decir perdone, no perdona, ¿o es que insiste en seguir tuteándome?» Por fin dijo perdone y hubo paz.
A nadie le extraña ya que en cualquier establecimiento, un gran supermercado, unos almacenes grandes, una gasolinera, un mostrador de bar, una cafetería, un joven o una joven se dirija a nosotros tuteándonos como si fuésemos colegas suyos. Hay que diferenciar, no obstante: hay jóvenes que sueltan un tuteo con tal naturalidad, con tanto respeto y tanta gracia, que al menos a mí no me molesta. Lo que molesta —aunque hablaran de usted— es ese despreciativo «¿Has encontrao ya lo que querías…?», o un desganado «¿Tú has pedío ya», o esa manera de hablarnos que tienen algunos, sin mirarnos, mientras le pasan el paño al mostrador o arreglan un poco las frutas del expositor: «Dime lo que vas a querer…» He comentado esto con algunos jefes de personal y todos me dicen lo mismo: «Es lo primero que les decimos, que traten de usted a los clientes, pero vienen con el tuteo como norma y dicen que no les sale…» ¿No les sale? Pues que se jugaran el puesto de trabajo, ya veríamos. Pero lo último que he conocido en tuteo despreocupado ha sido en el móvil. He tenido varios navegadores en el coche y todos tenían una amable voz con perfecta dicción y perfecto tono, ni alto ni bajo. La última que tuve se llamaba —eso decía— Ángela, y con Ángela he recorrido tantos kilómetros de la mano de sus indicaciones, que cuando lo conectaba incluso la saludaba como a un humano: «Buenos días, Ángela, me gustaría que me llevara a Cáceres…» Y Ángela me decía, tan hermosamente, «A doscientos metros, tome a la derecha y continúe durante quinientos metros…» He comprado un celular y entre las aplicaciones tiene un navegador. No sé cómo se llama la chica que da las instrucciones, pero debe de ser familia de la del bar del principio, o del chico de «Dime lo que vas a querer», porque la niña del navegador, casi me empuja cuando me habla, con el punto ordinario de su tono: «Toma a la derecha y no te salgas de ahí… Tienes que salirte de la rotonda, sal ya…» Cualquier día que no le haga caso, temo que la niñata se cague en toda mi casta.
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