Los lunes al sol

Tiempo de mudanzas

Lo de José Luis Sanz cuajará o no pero si no tiene meridianamente claro a lo que se va enfrentar más vale que no se asome por la Plaza Nueva

Tomás Balbontín

ETERNO valor en alza del PP sevillano desde los tiempos de aquellas juventudes que se criaron a la sombra de Javier Arenas, José Luis Sanz no ha estado, como otros, zascandileando de acá para allá en busca de acomodo. Rara avis, podría decirse que representa a la parte seria de ese espectáculo a veces demasiado bufo que es la política, sobre todo la local y sobre todo la pepera, siempre a la greña, siempre abierta en canal. Alcalde indiscutible de Tomares como Toscano lo es de Dos Hermanas o Paco Torres de Málaga, ahora le ha llegado el momento de fichar por las ligas mayores y, si no hay contraorden, parece que su partido lo ha designado, esta vez sí que sí, como candidato al bastón de mando de Sevilla, ahí es nada. Puestos a largar, habrá quien eche pestes de este hombre y dentro de nada proliferarán por ahí pseudonoticias que lo vinculen con cualquier tipo de disparates, mientras más gordos mejor, que la envidia es pecado nacional y hay mucha mala leche y demasiada lengua viperina por ahí suelta, pero difícilmente podrán decir que no es una persona seria y cumplidora, de esas que se ven venir porque no se esconden, no driblan ni usan circunloquios ni evasivas. De momento, el susodicho dice que viene dispuesto a todo y, de paso, le ha dejado un recadito a Espadas anunciando que abandonará la alcaldía tomareña para placearse como candidato capitalino, aunque por aquello de nadar y guardar la ropa seguirá en el Senado, lo cual no es mal seguro de vida y si no que le pregunten a Susana. Sanz tiene experiencia, valor se le supone y le sobran tablas, como le sobran los consejos de Perogrullo del lumbrera de su antecesor, Beltranpérez, avisándole de que Sevilla es una gran capital y una enorme responsabilidad que reclama otra política y dedicación absoluta. Porque puede que lo suyo cuaje o no cuaje, que gane o que pierda, que su partido le facilite las cosas o lo torpedee, según soplen los vientos, pero si no tiene una idea meridianamente clara de a lo que se enfrenta, más le valdría no asomarse siquiera por la Plaza Nueva para que la jauría no se lo coma con papas.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación