Cardo máximo
El tesoro ocultado
Nunca se acuerdan de los museos de Sevilla, siempre en el centro del conflicto
Imagine, querido lector, que usted es un turista extranjero recién llegado a Sevilla que ha leído en alguna guía digital o impresa algo acerca de la extraordinaria importancia del ajuar prehistórico llamado tesoro del Carambolo . Imagine que le llama suficientemente la atención como para girar una visita al Museo Arqueológico de la plaza de América , en un edificio construido para la Exposición Iberoamericana de 1929 con la crestería enjaulada para evitar desprendimientos peligrosos y algunos balconcillos de la parte de atrás apuntalados para que no se vengan abajo. Imagine que, pese a la mala impresión que le produce la primera imagen que ofrece el edificio, se decide a entrar. Hasta que alguien le advierte que el tesoro real no se expone al público por falta de medidas de seguridad y lo que puede verse detrás de unas vitrinas es la réplica que el taller de orfebrería Fernando Marmolejo produjo para su exhibición cotidiana. Imagine ahora que, inasequible al desaliento y prevenido de todas las circunstancias adversas, decide visitar el museo y dedicar un tiempo a la contemplación del tesoro . Hasta que —y esta parte ya no es necesaria imaginarla, porque tristemente es realidad hoy mismo— en la taquilla le informan de que la sala del tesoro del Carambolo va a estar cerrada por «razones técnicas» que tienen que ver con la incapacidad de la Consejería para organizar un cuadrante de trabajo mínimo para que el museo pueda abrir con normalidad.
No hace falta imaginar nada más. El resto de la historia es la permanente pugna del personal de vigilancia de los museos con la Junta y la acostumbrada racanería de la Administración autonómica para dotar convenientemente esos puestos que tantos quebraderos de cabeza les da. Para aumentar en 847 trabajadores la plantilla de la «administración paralela» de la Junta de Andalucía en los últimos tres años ya se ve que no ha habido inconveniente. Si quieren privatizar el servicio, como se malician los trabajadores, que tengan la valentía de hacerlo después de explicarlo.
Pero nada de eso ocurre. La plana mayor de la Cultura andaluza se encontraba ayer de visita en el Museo Íbero de Jaén presentando el plan museológico de esa criatura recién nacida sobre la que ahora la Administración autonómica se vuelca en mimos y cuidados como antes lo hizo con el Museo Picasso de Málaga. Nunca se acuerdan de los museos de Sevilla, siempre en el centro del eterno conflicto con el Gobierno central, con los sindicatos o con quien haga falta. Y pasan los días y pasan los años y a nadie parece importarle que el tesoro del Carambolo esté no ya escondido en la cámara del banco, sino su propia réplica oculta a la vista del incauto visitante. ¿De verdad que a nadie le indigna?