Tribuna Abierta

De subastas y oligopolios sureños, ¡A su salud!

«Hazme una oferta que no pueda rechazar, y la subasta es tuya», parece decir Susana en la foto al industrial, sin dejar caer su sempiterna sonrisa

Una usuaria retira medicamentos en una farmacia andaluza ABC

Federico Relimpio

Leo a Luis Montoto sobre la relación especialísima entre Laboratorios Vir y la Junta de Andalucía (en la versión impresa de ABC de Sevilla, 21/10/2018). Y, de inmediato, se me ocurre que es necesario completar el puzzle.

Retrocedamos una década. A la época en que Gürtel, ERE y Faffe campaban por sus anchas, al norte y al sur de Despeñaperros, sin freno posible. En aquel tiempo, la gestión sanitaria en Andalucía estaba en las decididas manos de la hoy ministra de Hacienda, María Jesús Montero Cuadrado. La señora Montero y sus colaboradores, sensu amplio, desarrollaron un sistema de gestión de recursos humanos sobradamente experimentado en otros lugares, y con resultados cuestionables a medio y largo plazo. De modo resumido, se trata de un sistema de «palo y zanahoria» del que poco puedo decir aquí, por motivos de espacio. Aplicado a los profesionales del Sistema Público de Salud, en general, y más específicamente a los abnegados médicos de Atención Primaria, consiste en combinar con astucia una cucharadita de «zanahoria» -unos incentivos que muchas veces pueden ser perversos, como primar la no derivación al especialista- con la ración de «palo» -la amenaza de no renovar contratos o fastidiar congresos, vacaciones y otro tipo de represalias-. Todo particularmente doloroso, dadas las tasas de precariedad que han lastrado el sector en los últimos años.

Este sistema tan motivador tuvo como primer objetivo -entre otros- fomentar la prescripción de medicamentos genéricos -sin marca-. De entrada, hay poco que objetar sobre este tema. Cualquier ahorro que se realice de un modo tan simple hace al sistema más eficiente. Siempre que se controle la calidad del genérico, claro está -¿se intentó alguna vez, por parte de las instituciones sanitarias?-.

La vuelta de tuerca fue la subasta de medicamentos. De modo muy resumido: para toda Andalucía, la provisión de un medicamento genérico se otorga al fabricante que puje con el precio tan a la baja -«la subasta»-, que haga a la Junta «una oferta que no pueda rechazar». La defensa del procedimiento parece impecable, a priori: mayor eficiencia y sostenibilidad del Sistema de Salud.

La crítica a la subasta se antoja difícil en primer análisis. Tal vez, de modo muy tímido: plantear si el genérico más barato del mercado internacional es equiparable a sus competidores. Para entendernos: cuando usted busca unas zapatillas deportivas para su hija, ¿le compra las más baratas? Sobre el asunto, podemos echar mano de algunos datos: el 70% de los medicamentos genéricos que consumirán los andaluces en 2019 serán fabricados en India y Bangladesh. Uno de los laboratorios beneficiarios, Ranbaxy, presenta un suculento historial de irregularidades, hasta llegar a la prohibición por parte de la FDA estadounidense. Otro de los grandes beneficiarios, Aurobindo, ha recibido notas de advertencia por parte de la misma FDA, y está encausado en varios países. Los grandes fabricantes de genéricos españoles no han logrado meter cabeza en la subasta. Solo lo han conseguido fabricantes menores, como VIR y otros.

En el caso de los medicamentos genéricos, no disponemos de análisis comparativos fiables - hasta donde llega el conocimiento del que les escribe-. Y la Junta no parece especialmente preocupada de encargarlos. Solo se viene oyendo un runrún callado de pacientes, farmacéuticos y médicos de familia: que algunos de los medicamentos de la subasta tienen menos efectividad que los de marca.

Andalucía es grande y poblada: ocho millones y pico de almas. La población y la extensión de un pequeño país de Europa. La subasta de medicamentos proporciona a la Junta un arma de inmenso valor a la hora de negociar. «¡Señores fabricantes, hagan sus apuestas!», en una mesa de doble o nada donde el ganador se asegura un monopolio de facto de miles de millones -prescripción cautiva, ahora sí- y los perdedores quedan fuera del mercado andaluz. Algo prohibido por la Ley en otros países. ¿Aceptamos la apariencia de una subasta limpia-limpísima en aras de la sostenibilidad o, vista la historia reciente de nuestra tierra, pensamos que en algún caso puede haber gato encerrado?

Tomo los datos de Luis Montoto: laboratorios Vir -de medicamentos genéricos-, «cuyo negocio depende al 60% de la Junta e intenciones tiene de desembolsar 20 millones de euros en la Zona Franca». Y su propietario que, en el artículo que aludía al inicio, posa genuflexo ante la Presidenta de la Junta de Andalucía: la gobernadora de los médicos del Sistema Público, mal que nos escueza. La dueña y señora de los genéricos que se prescribirán en este «país del sur». «Hazme una oferta que no pueda rechazar, y la subasta es tuya», parece decir Susana en la foto al industrial, sin dejar caer su sempiterna sonrisa. Pero los detalles de la transacción permanecen y permanecerán ocultos, cautivos como están por aquí los -presuntos- negocios del poder juntero.

Y, mientras tanto, los médicos de Atención Primaria, parte necesaria en este -presunto- negocio, están en franca revuelta en Málaga y Huelva. Ojalá les llegue puntual nota de hasta qué punto su lucha va mucho más allá de lo justo y perentorio de sus reivindicaciones.

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