El alcalde que preparó la Exposición Universal

Manuel del Valle fue una persona preocupada por su país, preocupada por la democracia y por el Estado de derecho

Manuel del Valle Juan Jose Ubeda

Soledad Becerril

En la vida pública española, en estos momentos, es muy difícil escuchar hablar bien de las muchas cosas acertadas que los españoles hemos hecho en tiempos no lejanos. El recuerdo que el Ayuntamiento dedica en estas fechas al alcalde Manuel del Valle es ocasión para mencionar alguna de ellas.

La historia de Sevilla es la de una ciudad que llegó a estar entre las más grandes de Europa, de gentes muy cultivadas, con una riqueza acumulada y sedimentada de varias civilizaciones. Tuvo un ayer de esplendor hasta comienzos del siglo XVIII; después empezó una decadencia que se extiende y extiende a lo largo del tiempo.

Las personas de mi generación conocimos una ciudad bellísima, si bien era una ciudad limitada en su perímetro por un trazado del XIX, con varios arrabales y con una ampliación hacia el sur debida a la Exposición Iberoamericana del 29, pero carente de infraestructuras modernas. La ciudad no veía el río que había sido su gran fuente de riqueza; la ciudad estaba ahogada por el ferrocarril; la ciudad tenía unas vías de comunicación angostas y peligrosas, y contaba con muchos edificios singulares en mal estado.

Los años de la Transición, la democracia, le sentó muy bien a la ciudad. Dejó un buen recuerdo el alcalde Luis Uruñuela, como persona y como regidor. Y luego fue elegido en 1983 alcalde Manuel del Valle, que lo sería durante dos mandatos.

Yo llegué al Ayuntamiento en 1987, como concejal, por tanto, coincidí con él hasta las elecciones de 1991, cuando él se retiró de la vida pública. Mis recuerdos de aquellos años son buenos, muy buenos, pese a no haber alcanzado yo el gobierno municipal, pero lo son porque la tarea de la ciudad es siempre apasionante, y porque el alcalde era una persona con la que se podía tener una cordial y fructífera relación para los asuntos que requerían acuerdos. Y así fue con Manuel del Valle, alcalde de verdadera vocación, de gran conocimiento de la ciudad y de entrega a la misma, que supo preparar Sevilla para la Exposición Universal de 1992.

La Exposición supuso un cambio muy grande; requirió un inmenso trabajo de planeamiento, de toma de decisiones, de obras y de inversiones, con nuevos trazados en el corazón de la ciudad y en el extrarradio, que resultaban fundamentales.

Fueron años de mucha actividad y de ver cómo la ciudad se desplegaba como un gran folio que hubiera estado bien doblado. Manuel del Valle hizo una eficaz labor que a mí me gusta reconocer y agradecer. Pero como sucede con frecuencia en la democracia, la inauguración de la Exposición correspondió a otro alcalde y a otra corporación.

A lo largo del tiempo, ambos, él exalcalde y yo exalcaldesa, mantuvimos una buena relación; participé en reuniones y encuentros a los que me convocaba con personas conocedoras de la ciudad y de la vida pública de la nación. En aquellas reuniones hablábamos sobre preocupantes cuestiones, por ejemplo, las sendas emprendidas por partidos independentistas o los peligrosos caminos de los populismos.

Hoy volveríamos a hablar de los mismos temas porque están muy presentes en el día a día de la nación, y a quienes consideramos la Constitución como la gran obra de la reconciliación y de la consagración del Estado de derecho nos apesadumbra y preocupa que se la quiera derribar para construir un estado donde un solo poder todo lo ocupe, decida y controle; o aquel otro que concede supremacía al origen, a la pertenencia a un lugar, y a los demás menosprecia o aparta. Ambos casos fueron puestos en práctica, con resultados nefastos.

Manuel del Valle fue una persona preocupada por su país, preocupada por la democracia y por el Estado de derecho. Y como he dicho en alguna ocasión se va, se ha ido, una gran parte de la generación que hizo posible la Transición, de la que él formo parte.

Fue una generación que supo hacer, apoyar, instar a algo que parecía difícil: pasar de la dictadura a la democracia de manera pacífica; una generación que renunció a imponer ideas o doctrinas para alcanzar acuerdos; que supo tender la mano a sus adversarios para alcanzar la reconciliación tras una incivil guerra; una generación que fue generosa e inteligente, que tuvo presente nuestra historia pasada y no quiso que se repitiera. Y un rey, Juan Carlos I, que jugó un papel trascendental, pues señaló desde su proclamación hacia dónde debía ir la nave para arribar a la democracia.

El historiador Santos Juliá comentaba en una entrevista en 2018 que don Ramón Carande le decía que en nuestra historia había habido muchos, demasiados, retrocesos. Así ha sido a lo largo del siglo XIX y gran parte del XX. Yo espero que no nos permitamos más retrocesos, tras haber alcanzado una democracia avanzada, un Estado de derecho ejemplar, un largo período de paz, de estabilidad y de grandes mejoras sociales. En fin, uno de los mejores períodos o tiempos de la historia de España. Y nuestro amigo y alcalde Manuel del Valle estuvo allí, como diría Chaves Nogales.

Soledad Becerril fue alcaldesa de Sevilla.

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