El silencio de los ERE
Que la Justicia dictamine qué delitos se han cometido y qué penas merecen sus autores
En la Andalucía antigua, vulgo profunda, persiste la costumbre de preguntarle al jovencito que pollea o al adolescente que tontea por sus orígenes familiares. Y se hace de una forma directa, con esa llaneza cervantina que postulaba el autor del Quijote. ¿Y tú de quién eres? Un grupo que quemó la gracia inventiva del agropop en la bengala efímera del ingenio elevó a la categoría de la masa esa frase con una de sus canciones. No me pises que llevo chanclas. Ahora, al cabo de los años y las legislaturas, la pregunta vuelve de forma recurrente para que la desentrañe un periodista de raza como Alberto García Reyes, quien nos enseña de quién es cada Ere.
Los Ere se concedían por obra y gracia del verbo copulativo que coincidía con las siglas de los expedientes que no regulaban el empleo: lo destruían sistemáticamente. Esto es aún peor que la corruptela marinera del intrusismo. Lo trágico del caso es que se destinaba el dinero de todos a cerrar empresas. Y encima, en la comunidad autónoma donde el paro es la seña de identidad económica.
Pues todo esto no sirve para abrir informativos en esas televisiones que le sacaron a los mil euros de Rita Barberá un rendimiento inusitado. Cualquier escándalo mil veces repetido por esos altavoces mediáticos se queda en pañales si lo comparamos con el volumen millonario de los Ere y con la praxis que sustentaba semejante entramado. Una corrupción orientada al clientelismo electoral con el fondo histórico y lampedusiano del caciquismo que no cambia, aunque parezca que nada sigue igual.
Pues eso, que no deja de sorprender el silencio con que se ha tomado la España vocinglera el juicio por el caso de corrupción más extensa de nuestra historia democrática. Un silencio que no es de corderitos, sino de lobos hambrientos de carroña cuando la produce la derecha, y que calla de forma cómplice cuando los suyos son los que se lo han llevado calentito. Apliquen el modelo a la media memoria histórica y comprobarán que el esquema siempre es el mismo.
Es justo y necesario recordar esto para que no quede en la impunidad, tirando a inmunidad, esta forma de gobernar que nos retrotrae al siglo XIX cuando el XXI ya es mayor de edad. En Andalucia, la corrupción forma parte del paisaje, y la gente no decide su voto por el mal olor que deja. Como en el País Vasco han hecho los que apoyan al entorno de la ETA, o como hacen en Cataluña los que quieren encerrar a los otros en un gueto. Exactamente igual.
Que la Justicia dictamine qué delitos se han cometido y qué penas merecen sus autores. Pero hay algo que debería llevar a cabo eso que ahora se llama la ciudadanía, y que antes era el pueblo: hay que sanear el sistema para que la corrupción no vuelva a ponerlo todo perdido. Pero eso no se hace con mociones de censura al sanchista modo. Porque en ese caso, el PSOE tendría que hacerse el harakiri en su cortijo andaluz. Y no parece que la cosa vaya por ahí.