Cardo máximo

Sevillas de quitaipón

¿Es de hecho la novelería el rasgo más característico de la identidad colectiva?

Javier Rubio

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Hay muchas Sevillas en Sevilla. Más de las que imaginamos. Un amigo me contaba con los ojos saliéndoseles de sus órbitas que el portero de su finca le había preguntado el 15 de agosto a primera hora por la procesión de la Virgen de los Reyes. No es que tuviera pesar de perdérsela, es que no sabía ni que existía una imagen mariana de tal nombre venerada en la Catedral. Y ahora, ya podemos venir columnistas y escritores, poetas y articulistas, a hacer literatura que esto es lo que hay.

Lo que hay es que desde las dos de la madrugada había público haciendo cola para entrar a las nuevas tiendas del centro comercial del Patrocinio. Gente que se pasa la madrugada velando para comprar como otra se queda sin dormir para presenciar la salida de la patrona. ¿Es de hecho la novelería el rasgo más característico de la identidad colectiva? Cualquiera lo afirmaría comprobando ayer la bulla enorme que se formó ante la primera tienda que una multinacional irlandesa de ropa de bajo coste ha abierto en la ciudad. Esta fiebre del primer día no es, en absoluto, privativa de Sevilla porque ya se había vivido antes en otras ciudades. ¿Se trata entonces de una profecía autocumplida, uno de esos acontecimientos que los medios de comunicación fabricamos artificialmente y que el público se encarga de corroborar con su presencia?

Que la apertura de un templo del consumismo haya concitado tal nivel de atención de los ciudadanos y se haya colado en las conversaciones cotidianas da que pensar. Esta Sevilla enloquecida por la inauguración de un comercio —tan digno como la más humilde tienda de barrio cuya imagen de marca no trasciende más allá del cuartel donde se instala— es una de las ciudades posibles que conviven bajo la apariencia de una urbe homogénea y unitaria: qué gran mentira. En realidad, todas esas ciudades invisibles están superpuestas, pero no como las capas de una cebolla en cuyo centro estuviera el corazón de las esencias, sino a la manera de una estratigrafía.

A la Sevilla que se duele de que el convento del Socorro de la calle Bustos Tavera vaya a echar el cierre medio milenio después se le superpone la Sevilla que jalea el espectáculo del pseudocantaor Niño de Elche con sus palabras y gestos soeces y a ésta la abarca la Sevilla que va a organizar una feria del lujo que le ha arrebatado a Barcelona mientras otra ciudad, sin refinamientos ni afeites, hace cola para comprar en una tienda de precios baratos El alcalde, que lo es de todas las Sevillas unas encima de otras, aplaudía complacido ayer por la mañana a las puertas mismas del negocio. Al fin y al cabo, no hay manera de saber dónde ni qué compran los votantes ni por qué están dispuestos a quedarse en vela.

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