Álvaro Ybarra
Un semestre perdido
La subordinación de los intereses políticos de Andalucía a los del partido que la gobierna está lastrando el desarrollo de nuestra región
Alertaba la pasada semana José Antonio Gómez Marín en su siempre brillante «tercio de varas» que Andalucía, al margen de lo que ocurra en el resto de España, tiene ya garantizado su semestre perdido. En efecto, la crisis interna del PSOE exige la máxima dedicación de Susana Díaz, que tendrá que dedicar sus mayores esfuerzos durante los próximos meses a tratar de recomponer el partido que aspira a liderar. Lo malo de esta situación para Andalucía es que, como advertía el propio Gómez Marín, llueve sobre mojado. Es decir que desde que Chaves fue desalojado de San Telmo por decisión de Rodríguez Zapatero el tiempo político dilapidado en nuestra comunidad autónoma, seísmo de los ERE incluido, supera las previsiones más pesimistas.
Esta subordinación de los intereses políticos de Andalucía a los del partido que la gobierna desde hace ya cerca de cuarenta años está lastrando el desarrollo de nuestra región. Antes de que la crisis arrancara con toda su crudeza en 2007 nuestra comunidad ya había empezado a perder de nuevo el tren de la convergencia con la Europa más desarrollada. Distintos informes económicos de coyuntura nos avisan de que el crecimiento del PIB regional en 2017 se reducirá del 2,9 con el que se ha cerrado en 2016 al 2,1 por ciento, tres décimas menos que la previsión media española. A las causas internas como el descenso de las inversiones que ya se ha notado en el segundo semestre del pasado ejercicio o la alta tasa de paro se añaden en esta ocasión causas externas como la subida del precio del petróleo y los créditos o las consecuencias del Brexit.
Este impasse político y económico provoca que los problemas cotidianos que arrastran distintos sectores sociales se agudicen. Probablemente esta sea una de las causas que late tras el descontento y el hartazgo que muchos andaluces empiezan a manifestar sobre su situación, ya sea respecto al empleo, la sanidad o el tratamiento fiscal. Año tras año las promesas caen en saco roto, la situación general se deteriora y la administración paralela sigue engordando sin que nadie lo impida. Un nuevo semestre perdido, otro más, es la peor manera de empezar a arreglar nuestra autonomía.