#Selfie
El diagnóstico era claro: su tejido celular se estaba descomponiendo, migrando a píxeles
El médico fue rotundo: si seguía con aquello, acabaría desapareciendo. El diagnóstico era claro: su tejido celular se estaba descomponiendo, migrando a píxeles. Aquella era la razón de que los selfies de Instagram tuvieran un color cada vez más intenso, sin necesidad de filtros, y en cambio su propio contorno estuviera decolorándose, volviéndose gaseoso. «Ni un selfie más, por su vida», concluyó el doctor.
La prescripción médica llegó, además, en el peor momento. Porque al día siguiente tomaba un crucero con su novia. Venecia, Mykonos, Santorini, cómo resistirse a la tentación. Delante de impresionantes calas, en los copiosos desayunos del crucero, ante un avistamiento de delfines, contuvo su deseo de echar mano al móvil. Durante la última noche a bordo, sin embargo, no pudo más y explotó: los abrazos de su novia no eran consuelo para tamaña desolación.
Había dejado el tabaco, después de fumar durante dos décadas. Esto era distinto. El mundo pasaba por delante de él, pero él ya no estaba. Teniendo una cuenta en Instagram, resultaba imperdonable.
Pero todo se juntó aquel día: era el último sábado de las vacaciones, estaban en Bolonia, habían tomado algunos cubatas, atardecía. Así que no pudo resistirse: de espaldas a la multitudinaria puesta de sol, se miró por última vez en la cámara de su móvil y disparó.
Fue un espectáculo maravilloso: decenas de móviles congelando el instante en que el sol, antes de ponerse, atravesaba un cuerpo traslúcido, fantasmagórico, sosteniendo un smartphone en el aire, como flotando.
Pero ninguna instantánea como la de su propio selfie. Alguien tendría que decírselo a su médico: está más vivo que nunca, allí, en su última foto de Instagram. Hasta su novia lo reconoce: es su mejor retrato, está inmejorable.