LA TRIBU
El Sabio de la Colina
Nicolás Salas tenía dentro del alma la historia de Sevilla que vivió o pudo haber vivido, todos sus personajes
![Nicolás Salas](https://s2.abcstatics.com/media/opinion/2018/02/16/s/nicolas-salas-periodista-kQjC--1240x698@abc.jpg)
Nunca se lo dije, pero me hubiera gustado que supiera que cuando pensaba en él, o con él me encontraba, me decía para mis adentros: «El Sabio de la Colina…» Ya teníamos en Sevilla al Loco de la Colina, pero él, Nicolás, era el Sabio, y como vivía en Colina Blanca, era para mí el Sabio de la Colina. Sevilla en el alma, en el corazón, donde, las piquetas, y no las lorquianas piquetas de los gallos, cavaron y seguían cavando, desde que la primera tuvo papel firmado para ir derribando lo mejorcito de la ciudad. No creo que yerre si digo que uno de sus sueños de Rey Mago hubiese sido levantar todo lo que en la ciudad, con el tiro de gracia del mal gusto de algunas de las autoridades del momento, tiró la piqueta. Le sonaba dentro una Sevilla única, una ciudad que parecía creada por él, de tanto amor con el que la trataba. Tenía dentro del alma la historia de Sevilla que vivió o pudo haber vivido, todos sus personajes, las circunstancias en que esa historia estaba envuelta, y la contaba como un evangelista urbano que no se explicara cómo habían podido crucificar —y no sólo una vez— a una ciudad colmada de belleza, asombrosa, inexplicable a veces. El Sabio de la Colina.
Siempre, el detalle de generosidad: «A ver cuándo te vas a pasar de una vez por mi casa, con el maletero del coche libre, para que te lleves los libros que quieras…» Lo recuerdo en Sevilla TV montando los especiales sobre el palacio de los Sánchez Dalp, el edificio que ocupa hoy, desde 1968, El Corte Inglés del Duque. Me llevó a la sala de montaje y me creí dentro de un cuento de Las mil y una noches: ¿qué mano ordenó tirar esa joya? ¿No hizo nada entonces la misma ciudad que hoy se queja por un banco más moderno de la cuenta o por convertir en peatonal una avenida que era un tubo de escape de viejos autobuses? Una ciudad que ha consentido, sin rechistar, que le fueran tirando muchos de sus mejores construcciones, lo mejor que puede hacer es callarse, hagan lo que hagan. Nicolás fue levantando, en una película elaborada a partir de un exquisito montaje fotográfico, salones y escaleras, arcos, rincones, detalles de yesería que parecían escapados de un sueño nazarí. Y aquel hombre, que lo había sido todo en el periodismo de la ciudad, y cuando rondaba los setenta años, hacía todo aquello con devoción y entrega de becario que quiere abrirse sitio. Un ejemplo. Ya descansa en paz el querido, cercano, culto, generoso, amable siempre, Nicolás Salas. La muerte, esa piqueta, ha derribado a quien trataba de levantar la ciudad que amó. Escrito está el amor, de su puño y letra, en la Colina del Sabio. Gracias por tanto, Nicolás.
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