EL RECUADRO

Una rosa para Ángel Peralta

Siendo tan de toro y caballo,tan de marisma, llevaba dentro un poeta, un filósofo de la vieja cultura del campo andaluz

Ángel Peralta ABC
Antonio Burgos

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CAÑERO, el Duque de Pinohermoso o Pepe Anastasio rejoneaban. Señores que abrían los carteles con el «don» por delante de su nombre . Los aficionados al toreo lo llamaban «el número del caballito». Hasta que de La Puebla, del «ruedo sin fronteras» de la marisma, del río, llegó un caballero en plaza que empezó a enseñarnos lo que era torear a caballo. Se llamaba don Ángel Peralta Pineda y todo lo cambió e inventó en la lidia a la jineta, desde las banderillas a dos manos a las cortas, o el toreo por colleras, formando pareja inolvidable con su genial y también medio poeta hermano Rafael. Por no hablar de las corridas de rejones, que creó con los cuatro «Jinetes del Apoteosis»: los Peralta, Lupi y Alvarito Domecq .

Durante muchas temporadas tuve la dicha de ser vecino de abono de don Ángel Peralta en la plaza de toros de Sevilla. Era como estar de libre oyente en una clase de Tauromaquia : Ángel y Rafael Peralta explicándonos por qué aquel toro creía la gente que era cojo, cuando sólo estaba azocado. Ay, aquel ya irrepetible rincón del 7 junto a la Puerta de Arrastre, con Mercedes Domecq y Fermincito, Ángel Peralta y Marién, Rafael Peralta y Mamer, Paco Gandía, Paco Camino, Ángel Casal, Manuel Marchena, Marita Erquicia. Allí escuché muchas genialidades de Rafael y muchas sentencias de Ángel, siempre caballero en plaza y fuera de ella. Siendo tan de toro y caballo, tan de marisma, llevaba dentro un poeta, un filósofo, un pensador de la vieja cultura del campo andaluz . Allí me contó una tarde cómo, entre sus muchas innovaciones en el toreo a caballo, inventó algo tan personal y lírico como la suerte de la rosa: clavar al toro desde el caballo un arpón sin más palitroque que una lírica y juanramoniana rosa. Me evocó: «Toreando aquí en Sevilla, una mujer muy bella se asustó cuando el toro estuvo a punto de derribarme y arrojó desde la barrera una flor para hacerme el quite. Era una rosa que cayó en la arena, entre el toro y yo; una rosa que llevaba clavada en el pecho. Entonces yo me tiré del caballo, até la flor a una banderilla corta y le brindé la suerte, improvisando estos versos:

¡Para que no se asusten

en la plaza las hermosas,

a los toros, las heridas,

se las cubriré de rosas!»

Aparte de Centauro, como le llamó don Antonio Pérez de San Fernando, Ángel Peralta era un pensador, un poeta, un filosofo de las marismas. Tomo ahora uno de sus muchos libros que tuvo la gentileza de enviarme dedicado cariñosamente y leo sus «Cabriolas», como llamaba a sus pensamientos del toro , del caballo, de la vida, de su Fe, de Dios, del campo. Como greguerías. Como haikais que la histórica embajada japonesa a Coria, al pasar por La Puebla, se hubiera dejado olvidados en la marisma, en su Rancho El Rocío. Las definió así:

Cabriolas. Pensamientos

que al galopar a caballo

me los trajeron los vientos.

Me faltaría espacio para hacer siquiera una brevísima antología de estos pensamientos que les trajo el solano de las marismas que alisa las arenas: « Torear es engañar al toro sin mentir. El torero lía su miedo en el capote de paseo. Al caballo, como al hombre, lo doma el tiempo. Esta vida es como un toro y el arte de vivirla, su lidia. Cada año nace Dios... y en ninguno muere. Cristo con las manos clavadas nos dio la bofetada del ejemplo. El agua del bautismo hace naufragar al pecado original. Me gusta vivir lo que sueño y soñar lo que vivo...»

¿Y sus sevillanas, con música de otro genio, Manuel Pareja-Obregón ? En la memoria de la copla aún se están amando dos caballos en una plaza de Castilla... Ay, señor don Ángel Peralta, ay, caballero: con cuánto dolor de adiós al amigo que se va tomo una rosa con las que cubrías de hermosura la sangre de los toros que lidiabas a caballo y la ofrendo en tu memoria sobre la ladrillería de tu sitio en el abono. Y los cabales cascabeles de esas mulillas que vienen arrastrando al toro de la vida hoy no repican alegría de Feria, sino que doblan por un caballero en plaza, codificador supremo del actual toreo a caballo.

Una rosa para Ángel Peralta

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