La ronda

Hay nuevo Gobierno, se crean cien cargos y, oiga usted, qué casualidad, para eso no hay ni crisis ni se escatima un euro

Moción de censura en el Congreso, la semana pasada MAYA BALANYA
Antonio García Barbeito

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Y no nos damos cuenta, o no nos paramos a pensar que aquí gratis no sale ni respirar. Tan alegres, animamos a que todo siga con su lío y sus dudas, sus espantadas o su insistencia, sin que reflexionemos y hagamos la pregunta del paisano cuando vio que lo invitaban en la caseta municipal, y como a él, a cien más: «¿Y esto, quien lo paga?» Porque, añadía el paisano, que si pagaba el Ayuntamiento, al final pagaba él una parte, y que le ofrecieran como una ronda de generosidad no era sino una manera elegante de meterle la mano en la cartera y quitarle parte de lo que costaba la copa que se había tomado. Pues así, nosotros. Sólo que nosotros, por lo general, no nos metemos en preguntar, nos animamos con unos o nos desencantamos con otros y mientras tanto la cuenta va subiendo, los días son como camareros que con la tiza van apuntando una ronda y otra, y otra, y cuando nos demos cuenta, aquí se debe un dineral y todo irá a cuenta de inventario, o sea, al final nos cuesta el dinero a nosotros, los paganos.

Decía Hernández, en una elegía a Federico García Lorca: «muere un poeta y la creación se siente / herida y moribunda en las entrañas…» Pues aquí, dimite un ministro, entra uno nuevo, salen varios (por elecciones o por moción de censura), hay nuevo Gobierno, se crean cien cargos, se colocan a decenas de cercanos y, oiga usted, qué casualidad, para eso no hay ni crisis ni se escatima un euro, y la ronda, de los que se van cobrando un pastón y de los que se quedan cobrando pastón y medio, va a la misma cuenta, una cuenta que tenemos que pagar nosotros, los de los impuestos. ¿Nuevas elecciones? A ellos —son otra casta, los políticos; por lo tanto, son «ellos»— les trae sin cuidado, porque no sale de su bolsillo, aunque si hay beneficios de votos sí que se benefician de las ventajas, y si salen pérdidas, pagamos nosotros. ¿Mociones? ¿Falta de asistencia? ¿Siestas en el escaño? ¿Juegos con la tableta? Toda esa carga va al mismo garabato, y así va la burra de los gastos generales, con la carga descompensada. Se van después de estar unos años en el cargo y cobrando un dineral, y se van con los riñones bien cubiertos, mientras que a usted y a mí nos miran con lupa los años y los días trabajados, nos aplican no sé qué reglas y al final nos dan la pensión que nos dan. Vengan rondas. De adelanto de elecciones o de nuevas elecciones porque toca; de moción, de denuncias, de negaciones o de meter palos en las ruedas, y los gastos, al mismo sitio, a nosotros. Si les aplicaran criterios empresariales, ya veríamos si había tantos valientes y consentían tantos cambios. Pero son los amos, claro.

antoniogbarbeito@gmail.com

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