CARDO MÁXIMO
Con responsabilidad
En la alocución de Felipe VI, lo importante sobre Cataluña era el énfasis donde descansaba el párrafo completo
El mensaje navideño del Rey es una cosa leído y otra, bien distinta, escuchado y visto por televisión, experiencia que las televisiones autonómicas de gobiernos regionales que han jurado en el cargo acatar la Constitución con lealtad al Rey le hurtan a sus ciudadanos para así hacer crecer la semilla de la discordia, ese huevo de la serpiente secesionista contra el que la nación española tiene que estar continuamente alerta para que no llegue a eclosionar a pesar de que hay tantos empeñados en incubarlos. Pues bien, cuando se escucha la alocución de Felipe VI antes de la cena de Nochebuena, es fácil caer en la cuenta de que lo más importante de la referencia a Cataluña y sus habitantes no es una frase entera sino la aposición en la que el Monarca descansa el énfasis del párrafo completo. Verán, la frase en cuestión es: «Hace unos días, los ciudadanos de Cataluña han votado para elegir a sus representantes en el Parlament, que ahora deben afrontar los problemas que afectan a todos los catalanes, respetando la pluralidad y pensando, con responsabilidad, en el bien común de todos». Así leído, de corrido, tampoco es para tirar cohetes, pero todo cambia cuando se escucha la inflexión del tono que acompaña al sintagma «con responsabilidad», porque es ahí donde se esconde la madre del cordero.
Los resultados de las elecciones del jueves pasado no arrojan lugar a dudas de que una parte importante del electorado ha votado irresponsablemente, casi al desgaire, con una frivolidad que asusta por lo que implica. Que un político payaso sin ninguna idea detrás fugado además de la Justicia española haya superado en votos a quien —¡en su mismo bando separatista!— ha asumido las consecuencias de sus actos da que pensar mucho de la manera irreflexiva en que muchos de los convocados a las urnas han ejercido su derecho. Su voto, desde luego, vale lo mismo que el que ha ponderado las circunstancias y ha concluido que esa carrera alocada a ninguna parte no va a traer nada bueno, pero así es la democracia.
Por eso, la apelación del Soberano en su mensaje institucional de Navidad cobra pleno sentido. Porque es imposible actuar por el bien común cuando una parte importante de la ciudadanía se evade de sus responsabilidades para refugiarse en un sentimentalismo infantiloide, una ensoñación vana, la quimera independentista de la que no la saca ni la dura realidad de la victoria constitucionalista, ni la fuga de empresas, ni el deterioro económico que se sigue. ¿Cómo se consigue que la mitad de un pueblo vuelva en sí y actúe con responsabilidad? Se admiten sugerencias porque a este Gobierno ya no le quedan recetas, ni —lo que es infinitamente más grave— energías.