El respeto
Los tiempos de las goleadas parecen idos, a ver si es así en todas las regiones y aun en el Gobierno central

Cuando se trata de cuota de poder, somos muy laxos, muy comprensivos, muy flexibles, porque decimos, y con razón, que la democracia, cuando no nos da victoria holgada para gobernar solos, es eso, dejar sitio para que quepan todos, no querer el banco para uno ... solo. Entendámonos, pues, que con un poco de generosidad, yo me aprieto en mi lado y el otro en el suyo, y donde entraban cuatro, entran cinco. Muy laxos, muy flexibles. O muy estrechos, muy firmes, muy tensos, cuando se trata de un detalle para que otros gobiernen justo los que, sumando escaños, pueden gobernar. Todo lo que no sea elegante juego democrático, o es rabieta, pataleo o malas artes. Ganas de joé, que dice el pueblo.
Mientras populares y ciudadanos hacen sitio para que quepan todas las candidaturas en la mesa de lo que debe ser el entendimiento, y mientras los voxistas han dicho sí, socialistas y podemistas dicen que se van a otra mesa a comer por su cuenta. Curioso, los de Adelante Andalucía se echan para atrás. O sea, adelante si es para mandar, y si es para dejar que gobiernen los que tienen fuerza de votos para ello, paso atrás. Pura yenka de la política, tantas veces bailada en el escenario de España, así en las generales, en las autonómicas y en las municipales. Pues hay que saber perder, o al menos, aprender a no ganar siempre. Los tiempos de las goleadas parecen felizmente idos, a ver si es así en todas las regiones y aun en el gobierno central, que estamos ya muy hartos de que aquí se juegue cuando lo dice el amo del balón o lo acepta el amo del campo. Hagan juego, señores, ábranse, dejen sitio en el asiento, ante el perol, en la mesa. Pero eso de decir no juego porque no me gusta el balón o porque no me gusta el campo, cuando ya no se tiene el mando del campo y del balón, sabe, repito, a rabieta, a pataleo o a mal estilo. A ver si va a pasar como en algunos sitios que conocemos, que la democracia es muy hermosa sólo porque me ha permitido mandar siempre. A ver si en vez de demócratas somos dictadores favorecidos por las urnas, y como mando yo, tú no tocas bola. O sea, si el carro es mío, tiren de él, por favor; si es de otro, a meter palos en las ruedas y estorbar todo lo que se pueda. ¿Encantadores cuando mandamos y huraños si mandan otros? Mala cosa. Eso es una falta de respeto a los votantes, también a los propios, que quisieran verse representados. Respeto a los que han unido sus fuerzas para gobernar, y respeto a los votantes de esas fuerzas, tan andaluces y tan demócratas como los otros. Un respeto. Aunque después, a solas, haya que «agachá la cabesita, / desí que lo blanco es negro…»
antoniogbarbeito@gmail.com
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete