Javier Rubio - CARDO MÁXIMO

Rehenes de sí mismos

Los políticos tienden a justificarse de todas las decisiones controvertidas sobre todo si desdicen su discurso

JAVIER RUBIO

El ministro Zoido se lanza a reivindicar el rascacielos de la Cartuja; el catedrático Marchena se atreve a dar lecciones —académicas, hay que decir en su descargo— de desarrollo regional y el concejal de Hábitat Urbano, Antonio Muñoz, se atribuye un «giro copernicano» en la política municipal de suelos consistente básicamente en hacer lo contrario de lo que su propio partido había hecho hasta ahora. Nadie se lo había pedido a ninguno de los tres, pero los políticos tienden a justificarse de todas las decisiones controvertidas que toman durante el ejercicio de su mandato, sobre todo si atentan con lo que prometieron en campaña.

Zoido abominó del rascacielos cuando estaba en la oposición e insinuó por activa y por pasiva que daría marcha atrás en la construcción del edificio de 39 plantas en cuanto llegara al sillón de la Alcaldía. Luego, ya investido como alcalde, se lo pensó mejor. Sobre todo, cuando la promotora esgrimió una posible demanda de 200 millones de euros por la suspensión de una licencia de obras obtenida con todas las bendiciones administrativas y se vio obligado a defender la construcción del hito arquitectónico, al que tantos dardos había lanzado en sus años de opositor, ante la Unesco en aquella reunión a vida o muerte para el patrimonio monumental de Sevilla en San Petersburgo. Probablemente, Zoido hizo lo único que le cuadraba hacer, pero su insistencia en justificarse no hace otra cosa que alimentar la sensación de que, en el fondo, tiene mala conciencia por lo que hizo.

Manuel Marchena puede presumir del triste honor de haber hecho que Emasesa, la joya de la corona empresarial del Ayuntamiento de Sevilla, entrara en pérdidas sin haberse decretado el periodo excepcional de sequía. Lo que no le impide vender algunos consejos, eso sí, suficientemente abstrusos y doctrinarios como para que sean de aplicación general. Un tipo que se inventó una botella de agua de mesa para correr el maratón de Nueva York sin correr él con los gastos del viaje será de lo más corriente, como el agua del grifo, pero carente de la altura moral necesaria para lanzar admoniciones a diestra (sobre todo, a diestra) y a siniestra. Lo que ilustra la foto de Marchena en la Casa de los Pinelo con chaqué color Príncipe de Gales es que, en el fondo, todavía le había quedado clavada alguna espinita de rencor por falta de reconocimiento social.

Muñoz va a permutar una pastilla de suelo de primera categoría en las antiguas cocheras de Tussam por terrenos o pisos ya construidos en los chirlos mirlos. En la misma parcela donde su partido obligó a Blas Ballesteros a deshacer la adjudicación a una empresa dispuesta a levantar allí mismo pisos de lujo. Ahora sí se va a consentir, por lo que parece. Al añadirle fanfarrias a la cuestión, Muñoz no hace sino alimentar la percepción de que, en el fondo, para ese viaje al punto de partida no necesitábamos alforjas.

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