Félix Machuca - PÁSALO

Er Prinzipito de Huan Porrah

Las vanguardias de chirigota quieren convertir al Principito en un mensaje de guasá escrito por Chiquito

J. FÉLIX MACHUCA

No los entendéis. Son unos precursores. Unos avanzados. Unas mentes claras que iluminan las zonas más oscuras del futuro incendiando ese tenebroso espacio con el fuego de la razón y la ciencia. Han hecho una apuesta que marcará un antes y un después en el mundo del lenguaje. Ni los remotos monjes de Silos, ni Gonzalo de Berceo, ni las glosas emilianenses alcanzan la altura de estos padres de la patria de la lengua andaluza que acaban de abordar la traducción del Principito a un andaluz revolucionario. El lenguaje es la revolución. Y la revolución que Andalucía necesita pasa obligadamente por escribir el Principito como Prinzipito y convertir esa joya literaria en la carta de un quinto que no pasó de primero. ¿No tuvo el castellano seminal la ayuda de unos monjes en Silos que pastorearon el latín vulgar de la calle para convertirlo en escritos de una de las lenguas nacidas al calor del romance? Esa es la propuesta de un exedil de Mijas. De Huan Porrah. Hoy, desafortunadamente, profesor de Antropología en la Olavide. Como lo oyen. Huan Porrah es profesor de Antropología de la Olavide. Antes fue aquel edil de Mijas que se opuso a llamar avenida del Descubrimiento a una calle por estar en contra de la colonización indiana. Su propuesta era la mar de democrática: dedicar la calle al imperio romano, que como bien saben, llegó a España repartiendo caña de azúcar y helados italianos. Insisto: no le chilléis. Entenderlos. Son la avanzadilla de una lengua que necesita monjes laicos que aquilaten su porvenir. Porras por Berceo. Las glosas por las cosas de Huan. Te quieres ir a tu apellido, alma de cántaro. Arriquitrán, tran, tran…

Es el andaluz una de las formas más ricas, hermosas y nobles que la lengua castellana se da. Avanzadilla de las musicales y exuberantes variables hispanoamericanas que convierte a nuestro idioma en una forma común de expresión de más de cuatrocientos millones de personas. Es un tesoro en la boca de cada hispano parlante. Y una herramienta imprescindible para comunicarse hoy en un mundo global. En todo eso tiene el andaluz algo o mucho que ver. Puesto que viajó como colono lingüístico en los galeones de Indias. El valor y el peso de su significado en la historia no hay que subrayarlo porque rebosa nobleza y pujanza hasta en sus haches aspiradas. O en la brevedad de su talentosa economía del lenguaje. Querer darle brillo y esplendor a una lengua que no lo necesita y hacerlo a base de mamarrachadas no convierte al intento en más que un experimento tan fallido como risible. Que provocará carcajadas como si fuera un chiste de Chiquito de la Calzá. Así quieren escribir nuestras vanguardias de chirigota el primer libro en lengua andaluza. Como si lo escribiera Chiquito mandando un mensaje por guasá.

Deberían tener claro que una cosa es el habla y otra la escritura. Y que el español que se habla en La Habana, en Buenos Aires o en Barcelona (cuando lo dejan hablar, claro) está codificado y fijado en unas reglas académicas que lo hacen común, pese a sus variantes locales, a más de cuatrocientos millones de personas. Cuando un andaluz habla el andaluz en Montevideo se le entiende perfectamente. Dudo mucho que se le entienda si convierte al andaluz escrito en esa impracticable fonética que suena a la guturalidad del Neanderthal y a la devastación expresiva que se practica en un chat de guasá. Así que no maltraten a la joya de lengua que tenemos. No destruyan la desbordante obra literaria de Antoine de Saint-Exupéry. Ni hagan más el mamarracho. Sé que el día tiene 24 horas que se hacen muy largas para ciertos profesores que, como el demonio cuando se aburre, matan moscas con el rabo. En este caso con una de las formas expresivas más luminosas, ricas y deslumbrantes del castellano. Que Huan diga estas cosas es inevitable; que el Prinzipito dé clases en la Olavide es incomprensible.

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