El presidente teledirigido

El acuerdo taimado de TVE demuestra que las manos de Sánchez no mueven los hilos

Alberto García Reyes

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Las manos que publicó el gurú Redondo, nuevo iluminado de la mercadotecnia política para líderes sin carisma, no eran las de Pedro Sánchez. Ahora lo sabemos. Esas manos eran las de su titiritero. Las manos que mueven los hilos de España . Las verdaderas manos del poder después de la moción de censura que ha encumbrado a la cima al mayor perdedor de la historia de la democracia. Por eso Sánchez tiene complejo de Remedios Amaya: quedó el último de cuantos socialistas se hayan presentado jamás a unas elecciones y se pasa el día susurrando entre lamentos el «ay, ¿quién maneja mi barca?». La maneja Pablo Iglesias , que en su autoridad sombría quita y pone presidentes de TVE . La maneja Gabriel Rufián, que le obliga a hablar bajito en la Cámara cuando se toca el tema del independentismo. La maneja Bildu, que ha conseguido abrir el melón del acercamiento de los presos etarras... Nuestra barca la maneja cualquiera que nos odie porque las manitas de Pedro no están para luchar por España, sino para acariciar a quienes quieren destruirla.

El asunto de la televisión pública es el remate. Los famosos tuits de la directora de Público son una vergüenza que nos quieren colar como cosa natural, como lío cotidiano de los entresijos del poder. Ahora resulta que el progreso y la transparencia consiste en que las cosas de Estado se cuentan en las barras de los bares o en el Twitter . Iglesias se queda con el mando de la tele tras un acuerdo secreto con Sánchez y nos enteramos por la pataleta de una despechada a la que el líder supremo de Podemos le había prometido la presidencia y al rato se la quitó. Esto es la modernidad, dicen una vez pillados. Esta mujer y su contrincante para el puesto, el jefe de política de un diario digital populista, borraron de una tacada 40.000 tuits de sus respectivas cuentas. Y dicen, sin sonrojarse, que esto es algo lógico para ver si es posible que no nos percatemos de qué clase de «periodistas» son estos personajes que reciben premios y ofertas siempre de un mismo partido político y que las aceptan borrando su pasado guerrero. Así es el nuevo marxismo, no de Karl, sino de Groucho: «Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros». Borro los viejos y empezamos de cero. Estos personajes presumen sin rubor de negar la esencia de la vocación pública y promueven un modelo bipolar pavoroso: cuando soy yo, no soy político; y cuando soy político, no soy yo.

¿Quién es quién en los designios actuales de España? Los expertos en democracia procesal, que son quienes conocen todos los ardides del sistema para obtener beneficios impuros, sin urnas, han conseguido el poder con una suma grotesca de escaños unidos por intereses particulares, no ideas. Taimadamente, los populistas han desembarcado en las moquetas de la gran herramienta propagandística del Estado. Lo han hecho, además, disfrazados de héroes de la neutralidad. Han llegado con los tuits borrados y ahora van a empezar a escribir de verdad. Porque el señor de las manitas es sólo el pelele necesario. Un presidente teledirigido.

El presidente teledirigido

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