Álvaro Ybarra Pacheco, director de ABC de Sevilla
El pregón de la verdad
Dicen los entendidos que el de Alberto García Reyes ha sido probablemente el mejor pregón de la Semana Santa de Sevilla del siglo XXI
La Casa de ABC es una fuente inagotable de escritores/poetas de Sevilla. No nos habíamos repuesto del impacto que nos causó la meditación, honda y comprometida, que Javier Rubio hilvanó ante el Cristo de la Caridad en la Hermandad de Santa Marta, sábado por la noche, cuando llegó la mañana luminosa de domingo del pregón de Alberto García Reyes. Del intimísimo oscuro del Misterio de Cristo recién descendido de la Cruz a la proclamación gozosa de la Luz que viene. Literatura y fe. Y Sevilla de por medio.
Dicen los entendidos, entre ellos el propio Javier Rubio, que el de Alberto ha sido probablemente el mejor pregón de la Semana Santa de Sevilla del siglo XXI. Alberto, de quien esperábamos mucho, ha colmado las expectativas más optimistas y ha roto todos los esquemas. Con un ritmo trepidante pero cargado de compás y sentimiento, el pregonero ha recorrido tramo a tramo las cofradías de Sevilla con el corazón desbocado. No se pueden elegir mejor las palabras para evocar sus vivencias de Dios, de su Madre y de Sevilla. El pregón de Alberto ha calado tanto en el público que abarrotaba el Teatro de la Maestranza porque estaba lleno de verdad. Su modelo innovador, anécdotas y acordes de guitarra incluidos, es un reflejo del propio pregonero, sin máscaras que disimulen su rostro ni enredos que distraigan sus sentimientos. Desde el «déjame sitio, chiquilla» con el que Alberto realizó la antífona de entrada a la cruz de guía hasta el canto postrero a Sevilla todo sonó afinado y auténtico. Como sólo suenan las palabras que brotan directamente del corazón.
Es admirable que con la está cayendo personas como Alberto García Reyes, como el sábado Javier Rubio, hagan pública proclamación de su fe, de sus valores y sus compromisos. Mi admiración es extensiva al delegado de Fiestas Mayores, Juan Carlos Cabrera, y al alcalde, Juan Espadas, dos cristianos sin complejos. Y a todos los que hacen posible que la Semana Santa de nuestra ciudad no pierda su esencia ni su sentido de la medida por muy fuerte que sea la presión de la bulla y del ambiente. Como concluyó el pregonero: «...y ante Dios, cuando Dios quiera/, mis dos palabras postreras/ serán Sevilla y amén».