PÁSALO

Plomo o plata

En el Campo de Gibraltar no manda ni Madrid ni Sevilla. Mandan treinta clanes

Alijo de 3.000 kilos de hachís que la Policía Nacional se incautó recientemente en La Línea EFE
Felix Machuca

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Esa era la pregunta con la que Pablo Escobar, una de las más altas magistraturas del crimen organizado, cuestionaba a los tibios, a los más indecisos de sus clanes delictivos: ¿plomo o plata?, ¿qué prefieres? Y normalmente los aturdidos iniciados optaban por la plata. Por la plata que genera siempre, abundante y seductora, la minería del narcotráfico. Hace unos días, nuestro querido compañero Romualdo Maestre, superaba en estas páginas de ABC, el género del reportaje periodístico para alcanzar la gloria de un guión cinematográfico, que bien le podría haber servido a Netflix para realizar una de sus producciones sobre el género. El género negro. Empotrado en el Campo de Gibraltar, Romualdo, paseaba su cámara para hacernos un plano secuencia de la realidad de la comarca: 35% de paro; Gibraltar y su cueva de Alí Babá; treinta clanes narcos distribuyendo la riqueza que es incapaz de crear San Telmo o Madrid; sueldos de brokers de los de antes del crujío de Lehman Brothers y las subprimes para los lancheros de las gomas que transportan la droga; rebaje de la vigilancia policial con el traslado de varios centenares de agentes de la zona y la opción tomada por los habitantes más expuestos o menos escrupulosos ante el dilema que Pablo Escobar le planteaba a los suyos: la plata. ¿Cuántas personas, de diferentes escalas sociales, viven sin el plomo de la pobreza y con la plata del narcotráfico en el Campo de Gibraltar?

Muchas. Muchísimas. Tantas como para cambiar la mentalidad del respeto mutuo entre policías y delincuentes. Esa peligrosa frontera se ha traspasado. Y lo que antes era un reglamento de obligado cumplimiento para ambas partes, hoy se transgrede con una alegría absoluta, apoyado en ese cambio de mentalidad que ya rechaza las reglas previas: el policía hace su trabajo, el narco el propio. El que pierde, es responsable solo ante los suyos. Ahora no. Ahora la osadía ha llegado a extremos cinematográficos o de superados carteles de Medellín: no solo cuentan con apoyo popular, tan grosero como el que le daban a ETA en el País Vasco a los señalados por la policía. Es que ya se enfrentan directamente con las fuerzas de seguridad en una clara declaración de guerra donde puede pasar lo que habitualmente pasa entre bandos de opuestas trincheras. Solo así, con ese desenvolvimiento tan descarado como atrevido, se explica que un narco derivado a Urgencias del Hospital de La Línea fuera «rescatado» por 20 encapuchados de su hermandad, saliendo del mismo con aureola de película de la mafia siciliana. O que los jueces del Campo de Gibraltar se vean cada vez más hostigados por los sicarios y correos de los clanes, algunos con nombres tan carnavalescos y modales tan napolitanos como el llamado «El Messi del hachís». Sin olvidar que, hace unos días, otros rescatadores se llevaron del depósito judicial de Conil, una narcolancha de 12 metros de eslora y tres motores de 350 caballos. Un día entran en La Moncloa y le ofrecen su cuerpo de abogados a Rajoy para sacar de apuros a algunos de los suyos o le aliñan a Susana una ensalada de hierbas exóticas en un bar de Triana a cambio de financiarle varios observatorios. Sin lío.

Todo eso está pasando ahí, a la vera de Gibraltar, en pleno corazón de Andalucía, que ha perdido a una población que se ha entregado sin ningún tipo de reservas morales ni legales a la plata del narcotráfico. Eso no lo arreglará jamás la policía. Al menos en las circunstancias actuales. Veremos crecer la osadía de los narcos. Hasta el punto de escucharle a Sito Miñanco lo que le hemos escuchado estos días. Pero lo que sí puede hacer una policía especializada, mejor pertrechada y con más medios es controlar un territorio que hoy no lo gobierna ni Sevilla ni Madrid. Y que está en manos de treinta clanes que imponen sus leyes. Hagan algo antes de que algo brutal, desmedido y sin remedio ocurra. Para entonces solo quedará el recurso de decir que Romualdo Maestre ya lo advirtió desde las páginas de ABC.

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