Pírrico Sánchez

Pedro Sánchez ha conseguido su capricho, pero su victoria daña más al vencedor que al vencido

Pedro Sánchez, nuevo presidente del Gobierno de España AFP PHOTO / P.P. Marcou
Alberto García Reyes

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Pastelear con los mayores enemigos de tu país, esos que han protagonizado el peor motín contra tu patria, sólo por sentarte en el trono un ratito es una aberración política que tendrá consecuencias graves. Robar es una perversión de la condición humana que se agrava cuando quien roba es alguien que se ofrece para servir a los demás. Pero traicionar a tu pueblo por simple vanidad y poner en peligro su estabilidad para presumir de currículum es una vergüenza inasumible para una sociedad democrática moderna. Pactar con el diablo para entrar en el cielo es la apoteosis de la corrupción porque exige una renuncia descarada al interés general en favor del particular. Por eso lo que ha hecho Pedro Sánchez para derrocar al PP es una obscenidad bastante peor que la que denuncia. Las inmundicias de la trama Gürtel, Zaplana, Rato, González o Granados exigían una salida inminente de Rajoy de su madriguera de ataraxia para pedir perdón, porque esa impasibilidad es un insulto y su ausencia en la Cámara ayer fue una agresión a la institución que todavía preside. Pero la alianza de Sánchez con los independentistas para llegar al poder es una traición a España porque la hipoteca con cláusulas ilegales. El socialista ha mercadeado con la unidad nacional y con el sistema de valores por el que se rige nuestro Estado para alcanzar su objetivo personal. Va a ser el presidente de España, pero no el de los españoles. Porque ni lo ha votado una mayoría sustancial, ni las condiciones en las que ha negociado este apaño representan el sentir general. Sólo una convocatoria inminente de elecciones justificaría este concordato tan impúdico. Pero él ya ha anunciado que sólo quiere contarle a sus nietos que gobernó España, aunque sea como Calvo Sotelo.

Por culpa de Sánchez, los españoles tuvimos que aguantar ayer que la portavoz de Bildu apelara a la «higiene democrática» -sí, la de Bildu, el partido que justifica el terrorismo de ETA- o que el independentista Tardá se envaneciera en el templo de la democracia española del asalto a la Constitución en Cataluña. El PSOE se ha asociado con los secesionistas forajidos y ha malbaratado a España en su trapicheo para llegar a la Moncloa. Y lo ha hecho, además, incurriendo en una contradicción escandalosa: para combatir la corrupción del PP ha pedido ayuda al PdCat, el nuevo nombre que se puso Convergencia para intentar que nadie se acuerde del latrocinio pujolista. Un cachondeo humillante.

Pero lo peor de los acontecimientos históricos que se produjeron ayer en las Cortes no es que por primera vez se haya depuesto a un presidente del Gobierno en plena legislatura. Lo más triste es que esta maniobra hundirá al PSOE. Las alianzas antinatura de Sánchez ponen en bandeja al PP un discurso muy cómodo hasta los próximos comicios y da alas gratuitamente a Ciudadanos, que ha sabido mantenerse alejado de los insurgentes y de los populistas. El pedrismo es ahora reo de unos intereses muy perjudiciales para España. Y muchos socialistas ya lo susurran con angustia: esta victoria es pírrica, letal. Hace mucho más daño al vencedor que al vencido.

Pírrico Sánchez

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