Antonio García Barbeito - LA TRIBU

Pilatos

Es ahora, a partir de que Sánchez se seque las manos, cuando empezará la calle de la amargura

ANTONIO GARCÍA BARBEITO

COMO si se hubiese empeñado en repetirla la pasión en nosotros, Pedro Sánchez, en esta cuaresma, tiene cada vez más cara de prefecto. Que alguien lo vista de Poncio Pilatos, por favor, que le va, que tiene mucho de Pilatos y aun de soldado romano junto a la Cruz, con la lanza. Tiene cara de malo de esta de romanos y de la vida de Jesús. Lorca, en uno de sus sonetos desesperados, en la invitación agónica a su amante, gritaba; «¡Esa guirnalda! ¡Pronto! ¡Que me muero…! / ¡Teje de prisa! ¡Canta! ¡Gime! ¡Canta!...» Pues me dan ganas de gritar ¡Esa túnica, pronto, póngansela a ese tío, que es pintiparado a Poncio Pilatos…! ¡Y esa palangana, pronto, llénenla de agua y póngansela al lado, que está loco por lavarse las manos! Sí, eso, está deseando lavarse las manos y dejarnos a merced de Iglesias, a merced de sus ideas, de sus impuestos, de sus locuras muy bien pensadas.

Cautivo y desarmado Mariano Rajoy, atado de pies y manos, con un duro de cuatro pesetas sin mostradores donde cambiarlo, ni llamando a las puertas socialistas ni rogándole al cielo la cama redonda de un asunto de tres, España está a merced del Poncio Pilatos que encarna Pedro Sánchez, que tiene una cara de Pilatos que no puede con ella, si no, quítenle el traje y la corbata y pónganle la ropa del Pilatos de San Benito, y ya verán a esa figura pedir a gritos paso de misterio y Martes Santo. Pedro está dirigiéndose a Pablo Iglesias y nosotros somos la presentación al pueblo que representa Iglesias, y ahí anda Pedro Sánchez, mostrando su «Ecce homo» a los votantes españoles, que por más que él diga que no ve culpa en nosotros y se lave las manos, lo que quiere es sentarse en el trono y que el pueblo —Pablo Iglesias— haga lo que crea mejor. Y nos crucificará, seguro. Vendrán días que, por los titulares de prensa, cabrán en cualquier guía de la Semana Santa, porque aunque haya esperanza y buenos sucesos, habrá amargura, y angustias, y azotes, y todo lo que ya sabemos. Parece que estuvieran jugando al poder, y eso es muy peligroso. Escribió Montesinos: «Lo creí cosa de juego, / y jugando se quemó / la mano que te ponía / tan cerca del corazón…» Pues a lo peor a nosotros nos queman, al ponernos, creyéndonos cosa de juego, tan cerca de los extremos. Creerá Pedro Sánchez que con lavarse las manos en su palacio y entregándonos al pueblo, está libre de culpa. Ni pensarlo. Es ahora, a partir de que se seque las manos, cuando empezará la calle de la amargura. Y cuando estemos clavados de impuestos y de multinacionalismos, que diga Pedro Sánchez Pilatos que él no tuvo nada que ver.

antoniogbarbeito@gmail.com

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