Perder en los entrenamientos

Ahora serán todos de Pablo Casado, porque ya se sabe que el carro del triunfador tiene muchísimas más plazas que el charré del perdedor

El presidente del PP de Andalucía, Juanma Moreno EP
Francisco Robles

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En el equipo de Juanma Moreno están convencidos de que será el próximo presidente de la Junta de Andalucía. Echan las cuentas y les sale una mayoría absoluta propiciada por la suma de escaños del PP y de Ciudadanos. Las cuentas del cuento de la lechera, pensará más de uno. Perdiendo las elecciones, ganarían el poder. Lo mismo que le sucedió a Arenas la última vez que se presentó, pero al revés. Aquella noche de la amarga victoria, el líder secular de la derecha andaluza pronunció una frase que debería haber obviado. «Hasta aquí hemos llegado». Después de ganar unas elecciones hay que intentar llegar al gobierno como sea, y no entregarle el pacto hecho a los adversarios. Pero así funcionan las expectativas: cuanto más altas son, más dura es la caída si no se cumplen.

Ayer sábado, el mismo Arenas habrá pensado lo mismo. Porque en el PP andaluz todo es siempre lo mismo. La misma ilusión antes de la batalla, y la misma derrota después de las elecciones. Uno aún recuerda aquel optimismo con que se enfrentaban a las urnas que luego arrojarían mayorías absolutísimas a favor de Chaves. Ahora, el PP andaluz ha rizado el rizo y ha perdido contra sí mismo. Algo difícil de explicar. O imposible. Pero ha sido así. Iban con Soraya, al toque de cornetín del aparato, y han visto cómo ganaba por una holgada mayoría su rival. Ahora serán todos de Pablo Casado, porque ya se sabe que el carro del triunfador tiene muchísimas más plazas que el charré del perdedor. Sin embargo, la derrota está ahí. Y les tiene que doler.

Detrás de todo esto se encontraba, como siempre, el incombustible Arenas. Entre bambalinas. Arenas es lo mejor y lo peor que le ha pasado al PP andaluz. El único que podría haberlo llevado a San Telmo, y el que se empeña en seguir al frente de la nave desde la sombra cuando su tiempo ya se ha agotado. Lo difícil no es llegar. Ni permanecer. Lo difícil es irse. Rajoy lo ha hecho, y se dedica a su oficio de registrador en Santa Pola. Arenas no lo hará nunca. Jamás se irá. Es el animal político que definió Aristóteles. Por eso hará lo que sea para mantenerse como el corcho, que diría Larra si viviera. Aunque tampoco le hace falta respirar, porque sus artículos se pueden leer hoy en día como si estuvieran recién escritos.

Con unas elecciones autonómicas a la vuelta de la esquina, el PP andaluz se encuentra en una situación complicada. Los que son minoría aquí, son mayoría en Madrid. Al PSOE le ocurre lo mismo, pero con una leve -guasa marca de la casa- diferencia: mandan aquí y allí. Y no hay mejor argamasa que el poder para unir lo que está descompuesto. Juanma Moreno se presentará a unas elecciones con el polvo de la derrota interna mordiéndole los dientes. Se lo recordarán desde el otro lado, para devolverle la moneda que le lanzaba a Susana por este mismo asunto. Se ha quedado sin sus mentores. Soraya y Arenas ya no son lo que eran. Es lo que sucede cuando no solo se pierde ante el rival en un partido oficial. Es lo que pasa cuando uno pierde en los entrenamientos… y luego quiere ganar la liga.

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