Mal perder

Para muchos madridistas, como para muchos barcelonistas, el otro no existe, sólo existís vosotros

Los jugadores del Sevilla celebrando uno de los goles EFE/Raúl Caro
Antonio García Barbeito

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Los estirados son así, con dinero, sin dinero, con poder, sin poder, con fama, sin fama… Pero si tienen poder, dinero y fama, no te acerques a ellos. Mi buen amigo madridista, el miércoles por la noche, cuando acabó el baño —por inmersión— en el Nervión, me puso un WhatsApp que podría haberse publicado en cualquier medio escrito madrileño, o catalán: «Hoy hemos jugado como un equipo vulgar, sin respuesta en el campo ni en el banquillo. El Sevilla aprovechó bien…» ¿Cómo? ¿Qué? ¿Qué partido ha visto este? Le respondí: «Es lo que me hace antimadridista, que jamás reconocéis que el otro puede ser mejor alguna vez. Para muchos madridistas, como para muchos barcelonistas, el otro no existe, sólo existís vosotros: si gano, porque soy un monstruo; si pierdo, es que he jugado mal.»

Escribía este artículo escuchando el divertido espacio radiofónico La cámara de los balones, en la Ser, y el genial Manu Sánchez me daba la razón en lo que acababa de escribir: «El Sevilla no le ganó ayer al Madrid, lo que pasó fue que el Madrid perdió. El Leganés no le ganó al Barcelona, es que el Barcelona sesteó y perdió.» El artículo y el sujeto imagínenlo, por favor; sólo escribo el comparativo: «¡…así de grande…!» Hace años me daba coraje; empezó a molestarme más de la cuenta, y ya me da asco, un asco enorme, infinito descomunal. Me dan asco también algunos comentarios —y algunos comentaristas— que son un VAR visto a su antojo: si hay piscinazo de uno del Madrid o del Barcelona, es claro penalti; si cae un jugador de un equipo que no sea ninguno de estos dos, «Sí, hay contacto, pero no lo suficientemente fuerte como para que caiga. Para mí, no es penalti.» Me dan asco. Por eso me alegra tanto que el miércoles unos tuvieran que comer leganitos con papas y otros, en Sevilla, lo que ya saben que se comieron los chicos del «Real de Madrid». Una excepción: Emilio Butragueño, un señor que sabe perder y reconocer, cuando los tiene, los méritos del rival. Los medios de Madrid habituales y algunos comentaristas en nómina —al menos sentimental— madridista, de pena, de asco. Qué culpa tenemos los sevillistas de que Banega sea nuestro, y Vasclik, y el Mudo que los enmudece, y Ben Yedder, y André Silva, y Navas… Qué culpa tenemos los sevillistas —hay quien ayer tragaría acíbar de madrugada, y negaría, o bien soslayaría la evidencia; lo siento, jejeje…— que las moritas que me enamoran en Jaén fueran tres, una, dos y tres. Y pudieron ser cinco. Y que Leganés y Sevilla fueron el miércoles las ciudades de donde salieron desplumados dos estirados. Así que, estirados, toca ahora lo que le toca al que la copia.

antoniogbarbeito@gmail.com

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación