La pegatina
Sánchez no quiere apuntarse el éxito de la vacuna tanto como provocar a los ciudadanos con otro alarde de desfachatez
No había en el mercado serigráfico una pegatina más grande. La presentación del primer palé de vacunas se convirtió, como era de esperar, en un ejercicio de propaganda de Pedro Sánchez, que embaló la caja con un enorme adhesivo con el logotipo gubernamental, como si ... de un regalo al pueblo español se tratase. La maniobra, no por previsible menos lamentable, ha provocado un torrente de críticas en las redes sociales a las que el Ejecutivo de PSOE y Podemos es absolutamente refractario: les trae al pairo. La cuestión, con todo, no es tanto de ética como de estética. Todos los gobiernos hacen propaganda, y rasgarse las vestiduras por ello conlleva una cierta sobreactuación. En Andalucía ya se han encargado diversos dirigentes socialistas de recordar que el Gobierno regional imprimió el logotipo de la Junta en las mascarillas que repartió en marzo, cuando eran inaccesibles para parte de la población. También han circulado fotos en las que se ve a altos cargos del Ejecutivo de Juanma Moreno recibiendo las primeras cajas de equipos EPI con el susodicho logotipo, aunque colocado de forma notablemente más discreta que el que ha dispuesto Iván Redondo sobre el cargamento de vacunas. Más atrás en el tiempo, recuerdo que cuando la Consejería de Salud de Manuel Chaves decidió pagar una serie de medicamentos que la Seguridad Social de Aznar rehusaba asumir, en las recetas de dichos fármacos venía impreso, de esquina a esquina del prospecto, un vistoso cartel con letras en rojo que informaba de que era la Junta de Andalucía la que apoquinaba.
Que un gobierno intente sacar rédito electoral de una labor es de primero de demagogia. Inevitable. Lo que indigna del Ejecutivo de Sánchez no es que saque pecho en un momento dado, sino el cinismo y la provocación. Se puede considerar legítimo un cierto grado de autobombo tras un esfuerzo de gestión o una apuesta política, pero no después de meses de falsedades y de evitar responsabilidades. En la primera ola de la pandemia nuestro Gobierno se dedicó a mentir sin escrúpulos. Primero ocultó informes, luego aseguró que las mascarillas no eran necesarias porque no las podía suministrar, falseó las cifras de fallecidos y dio por vencida la enfermedad cuando toda Europa sabía que el virus volvería. En la segunda ola optó por ponerse de lado con absoluta desvergüenza, dejando la responsabilidad de la lucha contra el Covid a las autonomías y dedicándose a desgastar a las de otro signo político. Es probable que el Sánchez no quiera en realidad apuntarse el mérito de la vacuna, sino simplemente provocar a los ciudadanos con otra demostración de desfachatez. Porque la indignación polariza el voto, y con una derecha dividida la radicalización sociológica le garantiza el triunfo.
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