Álvaro Ybarra

La otra Sevilla

Los centenares de millones invertidos por las administraciones en planes sociales y de empleo en barrios deprimidos se han revelado como simples parches

Plaza del Astrolabio, en Madre de Dios, uno de los barrios más deprimidos de Sevilla según las últimas estadísticas del INE RAÚL DOBLADO

ÁLVARO YBARRA PACHECO

LOS datos de renta familiar publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) el pasado martes nos permitieron conocer que siete barrios de Sevilla se encuentran entre los quince con menos ingresos de España. Nueve de las 37 demarcaciones que se contabilizan en la ciudad tienen una renta media inferior a los 20.000 euros anuales. Prácticamente una cuarta parte de las familias sevillanas vive bajo ese umbral de ingresos desconocido en el resto de grandes ciudades españolas, que presentan unos niveles de renta bastante más homogéneos. Los casos más lacerantes son los de Tres Barrios (La Candelaria, Los Pajaritos y Madre de Dios), Polígono Sur y Torreblanca, donde la renta se sitúa entre 12.000 y 14.000 euros por unidad familiar. Se da la circunstancia de que muchas de estas barriadas han pasado de ser humildes a marginales, con todo lo que ello conlleva. Con más del setenta por ciento de la población activa en paro, las familias, muchas de ellas compuestas de tres generaciones, tienen que sobrevivir con mil euros al mes.

Si no fuera por la economía sumergida y las ayudas sociales de las administraciones y de instituciones como Cáritas la población de estas amplias zonas de la ciudad se encontraría en situación de pobreza extrema. Por mucho que se quiera ocultar, esta gente vive en la más absoluta desesperanza. Especialmente afectado está el colectivo de jóvenes, en el que el alto índice de fracaso escolar agrava aún más la falta de perspectivas de futuro. No quiero ser agorero, pero ésta es una parte de la cruda realidad de la ciudad que si no se acometen medidas urgentes está abocada a protagonizar cualquier día de estos un estallido social. No se puede vivir eternamente en el círculo vicioso de una marginalidad que se transmite de generación en generación y a la que no se le atisba salida.

Los centenares de millones invertidos por las administraciones en planes sociales y de empleo en estos barrios deprimidos se han revelado como simples parches que se vuelven inútiles con el tiempo. Como decía en ABC Rafael Pertegal, responsable de la asociación «Nosotros también somos Sevilla», en las Tres Mil «se recuperaron algunos edificios, pero a quien hay que recuperar es a las personas, a las familias». Los tratamientos paliativos que ponen en marcha las instituciones públicas año tras año sirven para garantizar la paz social pero si no se actúa sobre la raíz del problema, sobre el foco de la marginalidad y la pobreza, sobre la educación de los jóvenes, las familias afectadas no escaparán de la desesperanza y de la exclusión social.

@aybarrapacheco

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