Ocho diferencias catalanas
El actual proceso secesionista catalán y el autonomista que vivió Andalucía hace cuarenta años no tienen relación alguna
El intento de Pablo Iglesias de vincular el proceso secesionista catalán con las movilizaciones en Andalucía por la autonomía pueden obedecer a una estrategia política, al mero desconocimiento o a una mezcla de ambos factores. El actual proceso catalán y el que vivió Andalucía hace cuarenta años no guardan más similitud que la coincidencia de manifestaciones masivas y el protagonismo de la palabra «referéndum». Con su burda comparación el líder de Podemos no intenta más que legitimar la rebelión catalana, pero como probablemente además de esta intencionalidad perversa tenga severas lagunas acerca del proceso autonómico andaluz, procedo a enumerar ocho diferencias fundamentales sobre ambos momentos históricos para aclarar la cuestión:
1. Lealtad a la Constitución. A diferencia de Cataluña, en Andalucía nunca se planteó ninguna medida contra la Carta Magna. Se reivindicaba acceder a la autonomía por el artículo 151 en lugar del 143, pero siempre dentro del marco legal establecido. La única reforma normativa resultante del proceso fue, mediante la LO 12/1980, de 16 de Diciembre, añadir dos párrafos al art. 8.4 de la LO 2/1980 para que el requerimiento de mayoría absoluta para acceder al 151 fuera sobre el cómputo global de la autonomía, y no en cada provincia.
2. Equilibrio interterritorial. La movilización del 4-D de 1977 era para reivindicar el mismo trato que las comunidades históricas. Es decir, defendía el equilibrio territorial en España, al contrario que el secesionismo catalán hoy.
3. Referéndum legal. Comparar el 28-F con el 1-O es una falacia. Un esperpento. El referéndum andaluz fue legal. Se celebró cumpliendo todos los requisitos, con censo, urnas en colegios electorales y un recuento con garantías.
4. Con España. El proceso autonómico andaluz quería construir España, no romperla. Nadie quería salir de nuestro país. Las discrepancias eran sobre el camino a seguir en esa nueva España que estaba naciendo.
5. Sociedad sana. Más allá de las legítimas diferencias políticas, la sociedad andaluza estaba cohesionada, no dividida en dos en un desencuentro fratricida como la catalana. Nadie se sentía hostigado en su propia tierra.
6. Proyecto integrador. Andalucía pedía autonomía porque creía que era la mejor vía para integrarse en España y en Europa. Cataluña reclama independencia para aislarse.
7. Franquismo. Los andaluces de aquellos años sí conocían lo que era el franquismo, el franquismo de verdad. Los cachorros independentistas, que disfrutan de la democracia, lo invocan alegremente sin tener ni idea del asunto.
And last but not least, señor Iglesias:
8. Sin Podemos. En 1977, desde AP al PCE, había políticos responsables que querían lo mejor para España. No vendepatrias demagogos dispuestos a romper el país para alcanzar el poder.