La novela de un bibliómano

¿No es divertido que las librerías chilenas utilicen el nombre de un librero sevillano para subirse a la parra?

Juan Bonilla acabe de publicar «La novela del buscador de libros» ABC
Fernando Iwasaki

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El poeta y escritor jerezano Juan Bonilla acaba de publicar un libro extraordinario: «La novela del buscador de libros» (Fundación José Manuel Lara, 2018). Lo he devorado durante unas horas agónicas porque me identifico con los recuerdos, manías y pasiones de Juan Bonilla, uno de los mejores escritores contemporáneos en lengua española aunque sus títulos casi nunca ocupen las portadas de los suplementos o se instalen en las listas de los más vendidos. Ni falta que le hace porque Juan tiene lectores exigentes y exquisitos tanto en España como en América Latina, donde quiero recordar que en 2014 ganó la primera edición de la Bienal Vargas Llosa de Novela con «Prohibido entrar sin pantalones» (2013). Acostumbrados a los certámenes que premian y luego publican obras inéditas, rompamos sendas lanzas por los grandes premios que distinguen a obras ya publicadas, como el Goncourt, el Booker Prize, el National Book Critics Circle Award y los convocados en América Latina al conjuro de los nombres de José Donoso, Gabriel García Márquez o Mario Vargas Llosa. Esa es la liga de los libros de Juan Bonilla, para entendernos.

«La novela del buscador de libros» no es una obra de ficción, pero se llama así porque su título dialoga con «La novela de un literato», título de los diarios de Rafael Cansinos-Assens. Bonilla —sin embargo— declina hablar de sí mismo como literato para presumir —más bien— de su afición o vicio por los libros viejos. Una pasión —asegura— imposible de explicársela a alguien que no la comparta o que sea incapaz de admitir el valor de los libros. De hecho, en alguna de sus páginas compara esta frustración con la imposibilidad de explicarle a un antitaurino todo el arte que atesora la tauromaquia. Por fortuna, «La novela del buscador de libros» tiene asegurada la lectura de unos cuantos miles de incondicionales.

Bonilla narra sus peripecias buscando libros por todo el planeta: España, Europa, Estados Unidos y especialmente los países hispanoamericanos, de donde ha regresado con verdaderas joyas. Por cierto, Bonilla rinde culto a la celebridad de Abelardo Linares, cuyo nombre utilizan los libreros de viejo latinoamericanos para subir el precio del género. Así, basta que cualquier librero diga: «Usted perdone, pero ese ejemplar se lo tengo reservado a don Abelardo Linares», para que el cliente comience a aumentar los ceros del precio de salida. ¿No es divertido que las librerías chilenas utilicen el nombre de un librero sevillano para subirse a la parra?

A los degustadores de excelente literatura y los agonías de las librerías de viejo, la lectura de «La novela del buscador de libros» les deparará momentos memorables, pero procuren marcar las páginas de sus hallazgos porque Juan Bonilla ha compilado sus crónicas tal como las librerías de lance amontonan los cerros de libros en sus comercios. A saber, sin índice y al tuntún, porque un buen buscador de libros no tiene por qué dar pistas.

www.fernandoiwasaki.com

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