PÁSALO

No fumes eso

Puigdemont sigue bajo los efectos de los estupefacientes políticos

El Parlamento europeo no es de la polémica nacionalista catalana ABC
Felix Machuca

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Un tuitero lanzaba a las redes una certera premonición sobre el estado mental del ex presidente Puigdemont, en fuga en Bruselas por falta de pantalones revolucionarios. Bruselas lleva un mes espantoso. Desde que Marruecos se clasificó para los mundiales, las calles de la capital europea no dejan de asistir, noche tras noche, a algaradas y conflictos que lo vienen pagando las lunas de los escaparates, los coches aparcados y los ciudadanos atemorizados ante semejante delirio deportivo. Delirio que, evidentemente, es una careta para manifestar otro tipo de tensiones menos balompédicas. Y que por alguna inexplicable razón apenas tiene sitio en los informativos y en la prensa en general. Reconozco que, incluso una sospechosa situación como la vivida en Bruselas, no tiene enjundia suficiente como para discutirle a la prensa local un cartel navideño con un arcángel que cose para la calle. Pero la realidad es esa. Que la noche de Bruselas no está para salir a cuerpo y sin casco antidisturbios. Entre esas algarabías y el contumaz empeño de Puigdemont de buscarse todos los enemigos que caben entre Europa y Euroasia, todo para la causa de la república catalana, en Bruselas no hay quien viva.

Me rezagué con lo que el otro día le escribió un tuitero a Puigdemont a raíz de sus continuas salidas de la pista y no era esa mi intención. Sin más rodeos les digo lo que dejó escrito en la página virtual y amplísima de Twitter: Puigdemont está a tres porros de declararle la guerra a Estados Unidos. Creo que desde la celebrada irreverencia de la frase se dibujaba a la perfección el periplo desconcertante de un hombre absolutamente perdido. Demasiados porros políticos fumados en una fuga que lo ha alejado, más aún, de la realidad que lo rodea. Quizás vive el ex presidente (por mucho que se empeñe TV3 en considerarlo en activo no es más que un desertor en fuga sin actividad institucional alguna) rodeado de sus fantasmas. De esos fantasmas que necesita ver hechos realidad y que cada día son más irreales, humo denso en las manos de un enajenado político que solo sabe embestir. Y lo hace contra la propia Europa a la que tanto necesita como cobertura de sus quimeras. Ha puesto a la Unión a la altura de un club de políticos obsoletos y decadentes y, como los saltadores de trampolín, se permitió el lujo de hacer dos tirabuzones verbales para cerrar su gran idea: los catalanes deberían decidir si seguimos en la Unión. En serio, con tres porros más, le declara la guerra a Estados Unidos. Qué digo con tres porros. Con dos jalás a pecho es capaz de echarle «collons» a la cosa y enfrentarse al lado oscuro de la fuerza.

Lo digo muy seriamente. Alguien debería indicarle al señor Puigdemont que no es nada bueno para su reputación aparecer como un desertor que ha perdido no solo el control político que tenía, sino que también ha perdido el control sobre sí mismo. Hay momentos en que se me antoja un vendedor de crecepelos típico de una película de John Ford. Otras veces se acerca con una falta de prudencia absoluta a un personaje grotescamente lisérgico como los que describía el maestro Tom Wolfe en su novela «Gaseosa de ácido eléctrico». Hay tripis que te embolan el estómago y te conducen a padecer unas digestiones cerebrales insoportables. Puigdemont debe estar bajo los efectos de algunos de estos estupefacientes políticos. De otra forma es impensable que, en su retahíla enajenante, dijera que la Unión tiene con los sureños el mismo problema económico que Cataluña con las autonomías meridionales. La droga mata. Sobre todo el sentido común. Algo que este señor debió perder entre el 2000 y el 2006, en el que Cataluña recibió tres mil millones de euros de fondos europeos. Bueno, claro. Cataluña es una comunidad geográficamente al norte de Europa, en absoluto forma parte de los países del sur. No es ni España, ni Italia, ni Portugal, ni Grecia. Es Noruega. De verdad, háganle un favor: escóndanle el costo como a la abuela la botella de coñac. Un día de estos le declara la guerra a EE.UU…

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